sábado, 17 de julio de 2010

Jesucristo 34.

.

No se trata de que se pase el tiempo o no se pase. O sea, siempre se pasa, ese no es el punto. El punto es que a veces marcas los tiempos y hay cosas que no se cumplen.

Pensemos en un ejemplo concreto: iba decir Rimbaud, pero mejor digo Van Gogh, que al menos en lo que al ejemplo se refiere será un poco menos repetitivo. Pensemos en Van Gogh decía, pero no lo pensemos pintando, ni arrancándose un trozo de oreja, ni escribiéndole cartas a su hermano pidiéndole dinero o lo que sea aquello que pedía aquel tipo y nunca le enviaron. Pensémoslo más joven, llenando un cuaderno de apuntes y citas bíblicas para elaborar sus sermones, pensémoslo ahí en medio de esos trabajadores del carbón, intentando predicarles en medio de las minas, pensémoslo con el brazo fracturado, sintiendo que no servía para eso... absurdo ahí intentando hablarles de algo a aquellos hombres que lo llamaban el Cristo del carbón -no sabemos muy bien con qué ánimo-: Ahí viene el Cristo del Carbón, decían, pero el Cristo ese apenas sabía hablar, además resultaba inconexo y absurdo y hasta se ponía a veces exigente como aquella vez en que se negó a salir de la mina si antes no veía la "señal de la luz" salir del carbón, y hubo que sacarlo a la fuerza y enviarlo a un sanatorio porque se había arrancado algunas uñas arañando las rocas sin encontrar la luz que buscaba.

Es cierto, el ejemplo de Van Gogh funcione al revés, -en cierto sentido-, pero viene de todas formas a ser lo mismo. Aquello en que te conviertes luego de cumplida -o intentada- tu "misión", aquello que te toca hacer luego de haber agotado un camino: Degás tras dejar de pintar, los años de Wittgenstein como prefesor rural, ¿y por qué no?, Jesucristo a los 34.

Porque no me vengan ahora con que después de resucitar y de visitar a algunos amigos el tipo se volvió arriba. Yo no me trago ese cuento. Bastante es morir como para volver de nuevo sólo para que aquellos que seguían dudando creyesen más fácil, o tuvieran pruebas de algo.

La resurreción no es fácil, después de todo. Es dolorosa, y hasta fétida: la carne no está hecha para estos dobles trotes ni es tampoco una flor revisitada.

Y que no se hable del espíritu (que no se puede).

Así que entonces me imagino a mi Jesucristo 34, o a Rimbaud en África, o hasta a Enrique Maluenda haciendo comerciales para una caja de compensación... y pienso en aquello casi como un producto, como si "Jesucristo 34" pudiese ser una marca o el nombre de un grupo al que pasamos a formar parte luego de haber hecho -o intentado-, aquello que debíamos hacer.

Y es que el espíritu de ese Jesucristo, -aquel que le fue devuelto tras haberlo encomendarlo-, es casi como una prenda que has dejado en guardarropía y que te devuelven de pronto para ponértela otra vez, ahora con un olor impregnado a tabaco y a toda aquella ceniza que la muerte viene a traernos también, a depositarnos encima... y hay que reinvertarse algo, supongo, para seguir en marcha.

Lo cierto es que los Jesucristo 34 ya son conscientes de su muerte, saben que quedó allá adentro como un gusano en la manzana y supongo que eso viene a cambiar muchas cosas... y no necesariamente de forma negativa, como pudiese parecer en primera instancia.

Porque ese Jesucristo 34 también puede ser Monet obsesionado con su estanque, o las Danzas sinfónicas de Rachmaninov, o simplemente la pausa necesaria para acompañar el café de la tarde con el pastel de aquel sabor que nunca te atreviste a probar antes.

Sí, supongo que los Jesucristo 34 saben algo más sobre mismos, conocen, por así decirlo, sus componentes, y pueden por tanto, conseguir cosas que les son negadas a los otros, o que se negaron ellos mismos en primera instancia: sacar a pasear el perro, aprenderse el nombre de los árboles que hay en el parque, o hasta darse el tiempo para jugar a las tacitas con un grupo de niñas pequeñas encontradas en una plaza, o hasta con sus nietas... si el 34 les dio tiempo para eso.

Pero, si por el contrario, no podemos diferenciar un té real de aquel que nos sirven esas niñas... si ambos nos saben a nada o simplemente dejamos de sentir sed alguna... si de cierta forma le tememos a ese 34 -sobre todo al que viene después de un 33 algo vacío en el que no quedaron muchas cosas claras-, supongo que aquella marca, que aquel Jesucristo 34 que pasamos a portar en nuestra frente se hace tan pesado y extraño que puede terminar por arrojarnos contra un tren en marcha, o contra un montón de pastillas, o hasta en contra de un río... y cuidado, que también hay ríos metafísicos... y también es con ganchos con que te terminan sacando de aquellos...

Y es que la marca Jesucristo 34 debiese ser patentada, aunque fuese para perderle el miedo y ser usada luego en productos más agradables: una compañía de viajes, un perfume sencillo, o la marca de aquella cajita en que se guardan las cosas más preciadas...

Sí, un Jesucristo 34 contiene la posibilidad de una vida enriquecida... poco importa en verdad si aquello que marcaste en un inicio se cumplió no cumplió... habrá que renovarlo, como aquellas listas con las tareas que pegan algunos en la puerta del refrigerador...

Y es que los Jesucristo 34 sabrán que hay algo mucho más importante que no se anota nunca en esas listas... y tendrán entonces -tendremos-, una nueva oportunidad de hacerlas, y de revelarles el secreto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales