lunes, 5 de julio de 2010

Okuribito.

.

Se cierra el día. Acabo de llegar del cine donde fui a ver Final de partida, la becketiana traducción que se le ha dado a la película Okuribito, de Yojiro Takita, ganadora del Óscar a la mejor película extranjera, entre otros muchos premios, bastante más significativos.

Había sido un día extraño, pero uno más después de todo. Quizá otro día les cuente otras cosas de hoy, quién sabe. Pero el caso es que llegué a la última función de esta película, precedido, a pesar de sus muchos premios, de bastante malas críticas: efectista, hecha para Hollywood, llena de "lugares comunes"... etc.

Pues bien, me saltaré todos aquellos párrafos donde uno rebate o se muestra de acuerdo con aquello y diré simplemente que la película me tocó. Y bastante.

Lo suficiente como para tener una sensación totalmente extraña adentro, lo suficiente como para sentir que hoy es el día para hacerme consciente de todo aquello que ha muerto por alrededor y dentro mío en este último tiempo. Lo suficiente como para acariciar aquello que ha muerto, aquello que se ha ido, y aceptar su muerte.

Hubo algo que murió, y no fue hoy. Y cuando las cosas mueren y no las enterramos las cosas comienzan a heder, a podrirse, como si fuesen embriones muertos que se criasen dentro de nosotros.

Y es que duele arrancarse aquello que ha muerto. Duele aceptarlo. Duele aceptarlo porque aún lo recuerdas vivo, porque aún lo sientes vivo...

Pues bien, creo que hoy me doy cuenta que al no aceptar la muerte de algunas cosas, estas cosas hieden y confunden nuestros sentidos, y nos hacen odiar aquello que amamos, o negarlo, o bloquearlo, o lo que sea aquello en que se transforme nuestra cobardía, nuestra necesidad de amar, o de recordar que fuimos amados.

Hoy entiendo que es necesario sacar esos cadáveres desde uno, desde el corazón de uno. Hoy entiendo que hay que renovar ese espacio. Limpiarlo. Sacar eso muerto así como se poda un árbol, o se le saca una parte podrida a una fruta que sigue intacta en otras partes.

Hoy entiendo que esos cadáveres hay que sacarlos aunque los sintamos vivos, aunque duela. Aunque sea absurdo que aún duela. Y nos sintamos absurdos también, debido a esto.

Limpiar esos cadáveres, besarlos antes de sacarlos fuera, y cerrar el ataúd donde debemos ponerlos.

Después de todo, ellos también siguen vivos de otra forma, y espero que esa vida sea plena, y limpia.

Ahora se cierra el día y debo levantarme en unas horas. Siento un dolor inmenso al cerrar el ataúd de un sinnúmero de cosas que me acompañaron mucho tiempo. Pero es un dolor necesario.

Además me permite enviarles ese afecto que hace tiempo se había transformado en otra cosa.

No sé en verdad que viene hacia adelante. El día se cierra y uno nunca sabe como será el día que se abre.

Pero para ayudar a que se abra distinto me agrego hoy una foto a mi perfil.

Ya va siendo hora de mostrar la cara.

Y esta sensación que ahora tengo, innombrada antes, se llama ahora Okuribito.

Y es un nombre bello, como de semilla.
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales