sábado, 3 de julio de 2010

Days of Heaven, de Terence Malick (1979)

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Hay algo especial en las películas de Malick. No es un gran descubrimiento de mi parte, estoy consciente de ello. Pero hay algo dentro de la belleza de sus films, de la delicadeza de las imágenes que los recorren, que parece situarse frágilmente en un extraño lugar, algo que se constituye además como el pilar y soporte de toda imagen. Algo donde palpita el sentido y propósito de cada uno de su films.

Y es que el espíritu y el cuerpo de sus películas, parace siempre estar sostenido en el aire, sujeto por cierta fibra natural que es plasmada tanto en la naturaleza del espacio como en la naturaleza humana que los recorre. Y de ese algo, aunque es muy probable que no termine haciéndolo, es de lo que quisera hablarles.

Anoche vi Days of Heaven, para mí la película mejor construida de este director, la más completa, la que agota su discurso, la que mejor sabe hacer partícipe de un mismo espíritu al espacio físico externo e interno de sus personajes.

Es cierto, también está La delgada línea roja, con otras numerosas y bellas virtudes, pero creo que en este, su film anterior, el director logra una armonía insuperable, tan natural como si hubiese filmado hora y media de un río fluyendo, u hora y media siguiendo al viento, mientras pasa por sobre los árboles, despeina a los personajes y hasta mece el trigo.

Quizá por esto, porque poco qué decir después de lograr aquello, es que me parece lo más natural del mundo que luego de realizar Days of Heaven, Malick dejase de dirigir por más de 20 años.

Por lo mismo, no me gusta tratar esta película como una más, ni criticar las actuaciones o alabar incansablemente la fotografía que quizá sea una de las más logradas de la hitoria del cine, por el contrario, me gustaría contarles unos pequeños datos y a ver ustedes qué construyen, o qué sentido descubren en todo esto.

Imagínense a Malick, quizá el único director que conozco que no concede entrevistas, del que es casi imposible decir algo de su vida privada, imagínenselo graduándose de filosofía en Harvard como el mejor de su generación, imagínenselo pasar años trabajando en Oxford en una tesis sobre Heidegger que nunca pudo terminar. Imagínense que quizo hablar de la naturaleza simbólica del mundo, que quiso rastrear la presencia de Spinoza en la visión significativa del mundo en Heidegger -de la misma forma en que quiso rastrear la presencia de un Dios, cualquiera que fuese, en la naturaleza humana y física que componen sus films-, imagínense que bajo otro nombre impartió clases de literatura inglesa en Francia... Imagínenlo planeando con exactitud cada toma de esta película, reduciendo el guión una y otra vez hasta sentir que aquello que ahí quedaba era exactamente lo esencial...

Ahora bien, esuchemos en esta película la voz de Malick, intentemos ver qué tiene qué decirnos. No abrá otra oportunidad, se los aseguro. Presten atención a esas imágenes y reúnan los significados esparcidos en esta película. Porque eso que Malick está diciendo ahí, eso mismo que subyace en el frágil soporte de Badlands y de La delgada línea roja, no es un mensaje cualquiera.

Y es que Malick en esta película nos está hablando sobre nosotros mismos. Sobre el mundo que habitamos, el mundo que somos, y sobre aquello trascendente que existe unificando estos dos mundos. Y esto, este mensaje, esto que la película nos dice a partir de la excusa del argumento, es el frágil pilar del que tenía la intención de hablarles en un inicio, y que se me escapa una y otra vez mientras intento ordenar aquello que me gustaría contarles.

Una forma de acercarme a ese pilar, es centrarme en un discurso panteísta, claramente establecido en las películas de este director, aunque para mí el tipo de panteísmo presente nunca parece coincidir entre una y otra de sus obras.

Desde este punto de vista el panteísmo, entendido básicamente como la equivalencia entre Dios, la naturaleza y el todo (universo), parece "actualizarse" en los films de Malick de una manera extraña, logrando contener en Days of Heaven, para mí, la visión más armoniosa en comparación a sus otras propuestas.

Así, en esta propuesta particular, parece recepcionar ciertos elementos de Giordano Bruno -en especial los referidos al segundo principio de la naturaleza (la materia) y su forma de "transformarse" en la realidad del mundo- y en especial de Spinoza y su "Deus sive natura"... de los que acabo de borrar un par de párrafos que había escrito aquí.

Y es que más allá de todos estos nombres y teorías que a veces asustan y enredan un poco, basta con decir que en esta película de Malick está presente el "alma del mundo" y que toda la obra es un intento logrado de captarla en una de sus manifestaciones más comunes: la voluntad de vivir del hombre y del mundo natural en que éste se inserta.

Más que esto no quiero decir: la película contiene imágenes excelentes; desarrolla una historia sencilla, pero limpia, bien llevada desde un inicio a un fin; la obra plantea una unión entre el mundo natural físico y el espacio humano; la obra contiene la voz de una persona especial... y aquello que esa voz tiene que decirnos, está ahí, sin más, para quien quiera escucharlo.

Más aún, -y menos-, para quien lo necesite.

Aquí les dejo el link de la película y los subtítulos, por si alguien tiene sed.


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