lunes, 5 de abril de 2010

En el umbral de un auténtico misterio: Un misterioso asesinato en Manhattan, de Woody Allen.

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Hace tiempo que no veía nada de Woody Allen. Y es que los continuos altibajos en la calidad y el contenido de sus películas varían de tal manera que se hace difícil no decepcionarse o maravillarse ante sus películas. Siempre un poco más malas o mejores de lo que esperamos, como si ampliara el ámbito en el cuál pudiéramos evaluarlas y nos descolocara de cierta forma, siempre. Y yo no estoy para esas cosas, por estos días.
Quizá por lo mismo no elijo ver una de sus últimas películas y me voy por una que se me había quedado en el tintero: Un misterioso asesinato en Manhattan. Sabía más menos a lo que iba y fue con eso con lo que me encontré.
La película tiene una trama aparentemente sencilla: un matrimonio (Allen y Diane Keaton) conoce a otro matrimonio vecino de forma casual y a los pocos días se encuentran con la noticia, insospechada, que la mujer de la pareja vecina, ha muerto. De ahí en más una serie de pequeños signos hará que la mujer de Allen intenté averiguar lo que ocurrió realmente mientras su esposo intenta convencerla de lo contrario, de que es una paranoica, etc. Los enredos, los personajes colindantes hacen entonces de esta película una comedia con elementos de intriga, bastante interesante. Hasta ahí podríamos dejarlo, aplaudir el guión, los diálogos, algunas actuaciones y referencias a otros films, pero el punto es que hay algo más.
Y es que no podemos pensar que aquel que hizo Septiembre y Annie Hall hará una comedia tan carente de significados importantes (bueno, sí, tiene algunas en sus inicios, pero ese no es el punto). Y es que en que en este misterioso asesinato existe también una segunda línea argumental: el matrimonio de Allen con Keaton ya lleva varios años juntos (muchos quizá) y como Woody no acompaña mucho a su esposa en sus intereses y un amigo del matrimonio se separó hace poco y se interesa en la mujer de Allen, la película pasa también a abordar estos temas de la vida matrimonial, mostrándola siempre al borde de la separación o la consumación, siempre regida, en parte al menos, por el azar, y por algo más que en esta película también aparece, de manera tan sencilla como luminosa.
Y es que auténtico misterio de esta película dice relación con esta última razón, con aquello que lleva a los personajes a estar juntos y no con otros, más allá de las notorias diferencias de intereses que existen entre los integrantes de una pareja. Así, si bien cada personaje es un mundo en sí mismo, lleno de miedos, deseos, ritmos, etc., en la película de Woody logra apreciarse también un mundo que es un nosotros, y que existe mientras haya voluntad de que así suceda, más allá de lo frágil que pueda parecer.
Y es que la vida humana es frágil, y la vida amorosa no tiene porqué ser más sólida que aquella. La honestidad con que se aprecia esto en algunas filmes de Allen me encanta. Nunca deja de mostrarnos, aunque sea como contrapunto, al hombre como una figura que no maneja todos sus hilos, pero que por una especie de suerte, o gracia, logra, en ocasiones, crear un nosotros limpio, y con una vida propia. (Me viene por ejemplo a la memoria la visión de los humanos que se presenta en Poderosa afrodita...)
Y es cierto, son vidas frágiles, son parejas que pueden acabarse de un momento a otro... Pero están vivas, y la decisión de hacerlas vivir, de ir un paso más allá por ellas (el esfuerzo de Allen por acompañar a su esposa ante el misterio del asesinato... por ejemplo) constituye ese valor extra en aquellas comedias a las que este autor nos tenía acostumbrados durante algún periodo de su vida, al menos.
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Y sí, no considero esta peícula como una de las mejores de Allen, (según mi parecer sigue lejos de Crímenes y pecados y algunas de tono más dramático y serio que las encuentro más pesadas y elaboradas), pero sin duda es una película brillante, donde Woody está presente, y está creyendo en algo. Algo en lo que creo dejó de creer, como todos en algún momento, en este último tiempo. En todos estos altibajos que nombraba en un inicio, en los que se han convertido sus últimos films.
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Para cerrar agrego un pequeño texto que se publicó por ahí cuando salió Match Point, y que si bien no era muy explícito ni quizá muy bien logrado (el final por ejemplo fue alterado por el número de palabras que exigían), hablaba de este desaparecer del Woody en el que tanto había creído por algún tiempo. Totalmente ausente en esa, también, excelente película.
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Buscando a Woody.
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No soy muy bueno con los nombres o las fechas. Tampoco con el lugar donde voy dejando mis cosas. Mis notas en las pruebas de historia donde exigían datos específicos eran siempre un fracaso. Sin embargo, en ese juego… buscando a Woody… o a Wally… era siempre el ganador. Apenas mis ojos se desplazaban por la imagen, se detenían fijamente en un pequeño rasgo: un fragmento del suéter, sus lentes, un zapato, lo que fuera.
Solíamos hacer competencias con amigos, primos y vecinos. Para mi cumpleaños o navidad siempre pedía uno de aquellos libros. Organizaba entonces torneos que poco a poco iban decayendo en convocatoria ante mis impopulares triunfos. Al final sólo quedó una de mis vecinas. Pasaron los años y me casé con ella. Francisca, según recuerdo. Digo esto porque nos separamos ya hace años y no he vuelto a verla desde entonces.
A veces, en esa época, -aunque quizá ocurrió después-, me ubicaba en la azotea de edificios para ver si la descubría en algún lado. La gente pasaba a montones por las calles y yo apenas podía fijarme en tipos parecidos a Woody… o a Wally, que más da. Llegué incluso a vivir en un departamento que arrendé en la misma calle de un local donde ella iba comúnmente. Puede que hasta trabajara ahí, pero en verdad no recuerdo. Era un local extraño ya que además de servir tragos o cafés, siempre daban películas donde aparecía el mismo tipo. Recuerdo que un día en que fuimos juntos -o que fui a buscarla quizá-, me tocó ver una película donde el actor ese no apareció nunca. Recuerdo que fui a preguntar por él. ¿Por qué no está?, insistía. Me explicaron que el tipo bajito y de lentes, que me producía ciertamente mucha gracia, tenía películas en las que no actuaba porque sólo era el director. Algo de Wally… o Woody, dijeron, aunque no recuerdo bien… ¿les dije que soy malo para los nombres?
El caso es que pasé mucho tiempo pegado a la ventana fijándome en cada uno de las personas que entraban al lugar, pero no hubo rastros… apenas me quedaban en la memoria algunos tipos de lentes o vestidos de colores.
Pasó el tiempo y nunca pude encontrarla, aunque me hice adicto a las películas del local. Veía las películas casi todos los días y como además mi memoria es poco prodigiosa, no importaba si ya la había visto, pues siempre parecían nuevas. Me obsesioné tanto con Wally como antes me había pasado con Woody… o al revés. Aprendía a ver donde estaba el tipo gracioso aún en aquellas en que no aparecía. Puede sonar extraño, pero créanme que es así… podía verlo en la música, en los diálogos o en los puentes que aparecían detrás de una pareja que siempre se separaba. Esto fue así hasta ayer por la noche. Apenas algunos personajes que jugaban tenis según creo. Y los tipos estaban solos, ya no tenían a Wally y eso los desesperaba. Era como si a nosotros se nos muriera Dios. O como si tuviéramos que buscar a Woody en una página negra. O inventarnos buscar a una chica cuyo nombre desconocemos y que tal vez no existió nunca. Como si aquel tipo hubiera sido un globo que revienta de golpe y no deja rastros.
Recuerdo que me sentí desolado cuando terminó el film. Estamos solos, me dije. Lloré largo rato porque quería abrazar a alguien. Era como caminar largo rato bajo la lluvia a medianoche. Estamos solos, repetía. Entonces sonó mi teléfono y una voz habló entre la lluvia. Aquí estás, me dijo.
Me encontraron.

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