lunes, 4 de octubre de 2021

Un kamikaze indeciso.


M. quería ser kamikaze, pero resultaba que era indeciso. No indeciso en ser un kamikaze, digamos, pues no dudaba entre ser eso o ser otra cosa, sino indeciso de esencia, lo que podía afectarlo negativamente si, finalmente, terminaba siendo un kamikaze. De esta forma, al menos, se lo intentó explicar el sicólogo que lo entrevistó por cuarta vez, luego de ser derivado por su insistencia a un nuevo proceso de reclutamiento, del cuál ya había sido rechazado en tres ocasiones previas.

-Debe entender usted que la indecisión en este trabajo es un tema serio -le decía el psicólogo-. Recuerde que ser kamikaze no es tener un objetivo dado desde un inicio, sino que es la alternativa última luego que su aeronave deja de ser útil para un primer propósito y no tiene otra opción que lanzarse usted mismo contra un objetivo y…

-Pero en eso no hay indecisión -alegaba M.-, si es realmente una última alternativa tengo un camino único y…

-Se equivoca usted -lo interrumpía entonces el sicólogo-, pues si bien el lanzarse es una única alternativa, el objetivo hacia el cual decidiese usted lanzarse es el dilema… pues su indecisión puede llevarlo a no tomar una decisión a tiempo, y dejar de ser, por lo mismo un kamikaze…

-Pero de todas formas terminaría estrellándome -insistía M., sollozando casi-. ¿De eso se trata no…? No pueden ustedes volver a rechazarme, por favor…

-Podemos -dijo el otro, terminante.

Entonces M. empuño las manos, y por un momento pensó en lanzarse hacia el sicólogo y acabar con su frustración aunque fuese a golpes, sin importar las consecuencias… Pero claro, casi enseguida pensó que el sicólogo en realidad se guiaba por un manual y una serie de normas que no había escrito personalmente, por lo que los golpes en realidad debían ir dirigidos a los creadores de esas reglas o quien sabe a quien más, que terminase siendo el verdadero culpable…

-Ya ve usted que no se decide siquiera a quién dirigir su rabia -dijo el sicólogo-. Sus puños se relajarán dentro de poco y lo que podría haber sido una amenaza se desvanecerá en su propia indecisión…

-No pasará eso -dijo M., con aparente convicción.

-¿Y qué pasará entonces? -preguntó el sicólogo.

-Esto -contestó M., casi poniéndose de pie-. Pasará esto.

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