sábado, 9 de octubre de 2021

Dicen.


Dicen que los animales no tropiezan, pero lo cierto es que una vez vi a un mono dar vueltas por el suelo, luego de haber pisado su propia cola. Me reí cuando lo vi, de hecho, supongo que por nervios, aunque al verlo malherido -poco después-, me puse serio de inmediato e intenté ayudarlo. Y es que el mono, comprendí, había golpeado su cabeza, en la caída, contra una piedra filosa. Su herida era profunda. Y sangraba.

Dicen que los animales no hablan, pero esa vez el mono me habló mientras yo intentaba ayudarlo. No sé mucho de curaciones, pero al menos intenté detener la hemorragia. Luego, quise lavar la herida, peor el mono no se dejaba. Alegaba diciendo que estaba bien así, que había que dejar que las cosas ocurran… y hasta se molestaba advirtiendo que a la naturaleza no se engaña. Yo no discutí con él porque no sé discutir con monos. Pero de cierta forma lo intentaba.

Dicen que los animales no reniegan de si mismos, pero este mono no quería admitir que realmente era un mono. Discutimos largamente sobre aquello y al final decidí fingir que, en nuestra discusión, él ganaba. Y es que se veía confundido, aquel mono. A un veterinario que llegó, por ejemplo, lo llamó doctor, y hasta se llamó a sí mismo con un nombre humano, que debe haber escuchado. Testigo de esto, fui incapaz de contradecirlo, en el momento, pero quien sabe si para compensar aquello escribo esto ahora.

Y es que dicen tanto de los animales… pero ya ven. Yo, al menos, no me conformo con el engaño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales