-Sabes… -dijo ella-, podría decirlo de otro modo… pero lo cierto es que quiero estar sola.
-Quieres estar sola… -repitió él, luego de un rato, como hablando consigo mismo.
-Así es -repitió ella-. Quiero estar sola.
Ambos quedaron en silencio un rato, uno al lado del otro. Tranquilos y hasta cierto punto inexpresivos.
Él, sin embargo, dentro de su inexpresión, parecía no comprender qué sucedía.
-Sola… ¿sin mí? -preguntó él-. ¿Eso quieres decir?
-Digamos que sola, simplemente -respondió ella-. O sola en general… no sé bien como decirlo.
-Ya -dijo él-. Entiendo.
Sacó un cigarro y lo encendió. Pensó en ofrecerle alguno a ella, pero luego se arrepintió y guardó la cajetilla.
Luego de un par de caladas volvió a hablar.
-En realidad no entiendo -dijo ahora-. Acepto y supongo que debo irme, pero supongo que quiero comprender antes de hacerlo…
-¿Comprender qué? -dijo ella.
-Lo que quieres -dijo él-. Eso de estar sola.
Ella quedó en silencio, esperando su próxima pregunta. Probablemente se sentía incómoda.
-Entiendo que quieras estar sola -volvió a decir él-. También entiendo que no sea específicamente sola de mí, como te pregunté antes, aunque sonara raro… pero, ¿te refieres a sola, sin nadie?
Ella demoró en responder, si es que podía responderse aquello. Luego dijo:
-Sola -dijo ella-. Nada más.
Él seguía quieto, a su lado, terminando el cigarrillo mientras parecía querer descifrar esas palabras.
Como no lo logró, sin embargo, encendió otro, aplastando el primero, sin haberlo terminado.
Respecto a lo que ella había dicho, en tanto, él determinó en ese instante que era algo que no podía comprenderse.
Y decidió marcharse entonces -probablemente como ella quería-, sin despedirse.
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