lunes, 11 de octubre de 2021

Dos puertas.


Por alguna razón que desconozco, podía accederse a aquella sala por dos puertas. Ambas a un mismo costado, compartiendo así ambos accesos, por lo que la situación parecía algo absurda. Yo acostumbraba entrar o salir siempre por la puerta que quedaba a mi derecha, mirando los accesos de frente, por lo que ocupaba una vez cada puerta sin pensar demasiado en el asunto.

Dentro de la sala, por cierto, había un hombre enfermo acostado en una cama. Tengo prohibido hablar de él así que solo puedo entregar esa información, aunque de todas formas no es aquí lo importante.

Por lo general, yo ingresaba ahí un par de veces cada día, a realizar algunas acciones rutinarias que podrían considerarse beneficiosas para aquel hombre, cuya enfermedad se agravaba, sin embargo, cada día.

Una de esas veces -una de las últimas veces, por cierto-, encontré al hombre gimiendo. Emitiendo un grito gutural que supongo era de dolor, generado a partir de unas heridas que se le hacían en la piel, y que en la medida de lo posible cubríamos con gasas húmedas.

No había nadie más que nosotros en la sala -al menos en esa oportunidad-, por lo que me sentí incómodo hasta el punto que no pude salir del lugar, esperando a que dejase de gemir y gritar de esa forma.

Cuando lo hizo, me acerqué a observarlo y, dada su quietud, pensé por un momento que había muerto, aunque prontamente volvió a resoplar y comprendí que seguía con vida, cuestión que extrañamente no me tranquilizó en lo absoluto.

-Tengo que salir, pero pronto vendrá alguien -le dije aquella vez, aunque sin mayor esperanza de que comprendiera mis palabras.

El hombre me miró a los ojos con indiferencia y luego observé que empuñaba sus manos, no sé bien con qué intención.

Abandoné el lugar, por cierto, mientras esto ocurría.

Ahora, años después de lo sucedido -y años después, también, de la muerte de aquel hombre-, no consigo recordar su rostro, sino solo las dos puertas.

Una al lado de la otra, como si revelaran una inutilidad, pero al mismo tiempo no supieras cuál de ellas era necesariamente la puerta inútil, por lo que prefieres no darle ya más vueltas a aquel asunto, y comienzas mejor a pensar en otra cosa.

Y claro… eliges salir por una de esas puertas, ciertamente, para pensar en otra cosa.

Da lo mismo si lo logras, por supuesto.

Pero eso es lo que haces.

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