miércoles, 20 de octubre de 2021

En patines (de bajada).


Me dijo que sabía andar en patines, aunque más tarde aclaró que solo sabía hacerlo de bajada. De subida no es que no supiera, decía, pero ante todo le costaba más. Por eso, explicó, subía con los patines en la mano y solo se los calzaba al llegar a lo alto de la calle, donde se los ponía y bajaba entonces de forma estática, dejándose llevar únicamente por su peso y tratando de mantener el equilibrio, sin mucha gracia.

Lo malo -y esto por lo general no lo explicaba a tiempo-, es que tampoco sabía frenar con los patines, por lo que, cuando la calle tenía una pendiente muy pronunciada, solía frenarse estrellándose contra algo, golpeándose de costado, casi siempre, o lanzándose al suelo sobre el pasto de un pequeño parque, intentando amortiguar el golpe dando algunas vueltas, hasta detenerse por completo.

Luego de lograr esto último, sin darle mayor importancia, volvía a descalzarse los patines, se limpiaba la ropa, verificaba la gravedad de alguna herida y si todo estaba en su lugar volvía a subir con los patines en la mano para repetir una y otra vez la acción, hasta que oscurecía o sufría alguna caída que lo obligaba a retirarse hasta un día próximo, en el que volvían a repetirse los mismos hechos.

-Supongo que era una especie de Sísifo -comentó un vecino que leía a Camus y que asistió al velorio llevando una extraña corona hecha de magnolias.

Y claro, yo intenté entonces recoger esa frase para intentar darle un sentido a todo aquello que había ocurrido, aunque sin lograrlo mayormente.

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