miércoles, 31 de marzo de 2021

Nunca había leído a Dovlatov.

“Y si, Musia, Dios no existe
entonces no habrá más remedio
que actuar por ti misma”.
S. D.

Nunca había leído a Dovlatov. Ahora estaba leyendo La extranjera. No puedo dejar de pensar, sin embargo, en Desayuno en Tiffany´s, mientras leo. Ni siquiera al terminar de leer. Protagonista, narradores, un gato por un papagayo… todo parece tener un doble extraño. Un reflejo distorsionado, como en esos juegos de espejos raros. Algo que no le quita valor por cierto a la obra de Dovlatov que me sorprende gratamente de varias formas.

Tal vez por el momento en que lo leo, su cinismo duele, su ironía pincha un poco más de lo que debiera, y yo sigo como si nada mientras avanzo sus páginas. Haciendo como si nada, me refiero. Jugando a ser un personaje más de este autor, con todo lo bueno y malo que eso conlleva. ¿No digo mucho, con eso? ¿No aclaro nada sobre el libro y este texto parece una vez más, una forma de evadir, como casi todo lo último que por acá he escrito? Lo acepto. Me autodenuncio, incluso. No hay cuidado. Qué triste esa frase… No hay cuidado.

Y claro, Dovlatov tal vez pensaría que es el momento ideal para retirarse. Para decir “Aquí enmudezco”. Y es que, tal como él, no me encuentro en condiciones de hablar sobre lo bueno. Porque solo se nos ocurre descubrir en todas partes lo humillante y lo ridículo, lo digno de lástima y lo estúpido… Solo blasfemar, en resumen. Y esto está mal hecho.

A diferencia de su discurso, en todo caso, diría que a mí me frena la pena, en este caso. Suene cursi o no, pero eso es lo que me enmudece. Y el silencio proviene, entonces, de un pozo distinto.

No hay para qué alargarlo más.

En una palabra, callo.

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