sábado, 20 de marzo de 2021

El cuarto se llenó de cangrejos.


El cuarto se llenó de cangrejos.

Los vi entrar por la puerta, de lo más tranquilos, caminando de lado.

Sonreí al verlos, incluso, porque me parecieron simpáticos.

Incluso cuando comenzaron a llenar el lugar, los miraba con alegría.

Les saqué fotos.

Las subí a redes sociales.

Mientras lo hacía seguían entrando.

Como el espacio se les hacía pequeño algunos comenzaban a encaramarse unos sobre otros.

Se atacaban, por cierto, en este proceso.

Dejé pasar el tiempo y los cangrejos no dejaban de entrar.

Entonces, el olor comenzó a inundar el lugar.

Y el sonido de sus tenazas, movimientos y caídas se volvía cada vez más molesto.

Fue en ese instante que pensé en salir de mi cuarto, pero comprendí que era una cuestión difícil.

Y es que estaba en la cama, descalzo, y mis zapatillas estaban llenas ya de cangrejos.

Seres pequeños, es cierto, pero que me atacaban en grupo intentaba acercar mis manos a los lugares que ahora parecían pertenecerles.

Mientras pasaba todo esto, claro está, seguían entrando los cangrejos.

Por esto, y porque seguían trepando en todos lados, me dediqué a botarlos de la cama, apenas subían.

Todavía estoy en eso, por cierto.

Tengo un par de heridas en las manos y de vez en cuando descubro alguno que me pincha en un costado.

No sé bien a qué vinieron, pero están aquí.

Por lo pronto, no me atrevo a preguntarles.

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