jueves, 4 de marzo de 2021

Lo que venía yo diciendo.


Hacían peleas de perros.

Una vez por semana, o cada dos.

Clandestinas, por supuesto.

Él trabajó ahí varios años.

Desde pequeño, según cuenta, aunque yo pienso que exagera.

Era el encargado de recoger al perro perdedor.

No a todos por supuesto.

Solo al perro doblemente derrotado.

Lo recogía en una carretilla y lo llevaba a su habitación.

La carretilla estaba pintada de morado, aunque nunca mencionó por qué.

Su tío le pagaba por aquello y le explicó su tarea sin mucho detalle.

Él simplemente debía recoger al perro perdedor.

A aquel tan dañado que incluso sus dueños habrían abandonado.

Luego lo miraba… lo observaba bien.

De su veredicto salía si el perro tenía algún futuro o la derrota lo había superado.

No es que mejoraran en todo caso.

No es que volvieran a competir.

Pero al menos podían parecer buenos perros y venderse.

Por lo general bajaban la vista.

Parecían mansos.

Aceptaban sin rechistar cada una de las etapas.

La recuperación.

Los tratamientos por heridas.

Las curaciones de aquello que se podía tratar.

Puede parecer sencillo, pero no lo es.

Todo puede parecer sencillo, si lo piensas…

Hasta que descubre que no lo es.

Puedes tomar esto como un ejemplo, aunque no lo sea.

Todo puede ser un ejemplo, en realidad.

Eso es lo que venía yo diciendo.

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