jueves, 11 de marzo de 2021

Me quité los zapatos.


Me quité los zapatos y al hacerlo arranqué también mis pies.

De esta forma, ambos quedaron al interior del calzado.

Extrañamente no hubo sangre.

La carne y la piel parecían ya gastadas, secas incluso.

Eso observé, en ese instante.

El corte en ambos pies era irregular y algo áspero.

No hubo dolor, tampoco.

Apenas algo de sorpresa, ante lo ocurrido.

Sé que no suena lógico.

Si debo explicarlo, supongo que estaba demasiado cansado, como para sentirlo.

Así, sin pies, y todavía con la ropa puesta, me tendí sobre la cama.

Tal vez me dormí.

No sé cuánto tiempo, estuve así, sobre la cama.

No sentí frío ni calor en ese tiempo.

Es probable, en todo caso, que no sintiera nada.

Estaba oscureciendo.

No quería quedarme más, sobre la cama.

Quise levantarme.

Hacer algo.

Recordé que no tenía pies cuando intenté pararme y caí al suelo.

Con dificultad, traté varias veces de ponerme de pie, sin lograr equilibrarme.

Así, finalmente, decidí arrastrarme hasta el baño, para darme una ducha

Ya en él, comencé a sacarme mis ropas para comenzar el baño.

Sorprendentemente, cada prenda que me sacaba salía junto a una porción de mí.

Como consecuencia, aquello que acostumbraba ser yo comenzó a reducirse rápidamente.

Temí entonces que, al bañarme, lo último a lo que me aferraba de mí, se fuese por el desagüe.

Mientras temía esto, escuché un ruido extraño.

Una vibración permanente que bien podría ser el sonido del mundo, moviéndose en el espacio.

Eso pensé cuando lo percibí, al menos.

El mundo sigue moviéndose y yo apenas estoy aquí, me dije.

Desapareciendo.

Molesto por la indiferencia del mundo y la de aquellos que nos rodean.

Todo lo demás, aclaro, no me produce sensación alguna.

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