“Crear no es deformar o inventar personas
o cosas.
Es establecer relaciones nuevas entre
personas y cosas que existen,
tal y como existen”.
Otto Wingarden. Conversaciones con R. Bresson.
No sé si es una técnica, pero al menos es algo que
resulta. Me refiero a la costumbre esa de no ser hipnotizable, de no perder la
consciencia… de no ceder nunca ante el poder
de otro.
Porque claro, puede parecer exagerado, pero les
aseguro que ni siquiera dormido dejo de ser consciente de lo que pasa en mi
entorno…. Y ninguna vez, por cierto, ni ante los accidentes ni enfermedades más graves que he
tenido, he perdido ni por un instante la consciencia.
Ahora bien, más allá de la forma en que lo
presento, lejos está todo esto de ser algo agradable… es más, se trata más bien
de una sensación que agota y que me gustaría dejar de lado al menos una vez…
pero ocurre finalmente que aunque lo intente no puedo, y todo termina siempre fijándome
aún más en mí mismo, sin posibilidad alguna de desaparecer, aunque sea por un momento.
-¿Y quiere usted desaparecer? –me pregunta entonces
el hipnotizador, que ha estado atento a mis palabras.
-No definitivamente… -le explico-, pero sí, creo
que dejar de estar presente, al menos un momento, debe originar un descanso que
siento necesario…
-Pues mire… -sigue él-, quizá usted se equivoca y piensa
que la hipnosis es otra cosa… o sea, esto no es un acto de magia donde usted
desaparece, nada es tan sencillo…
-¿Se refiere a que siempre hay un doble fondo?
-No exactamente, pero sin duda debe haberlo… o al
menos una parte de nosotros que siempre se va por otro camino.
-¿Como el
niño que iba donde no lo enviaban?
-¿Qué es…? ¿Una película…?
-No… es más bien una teoría de Wingarden que señala
que en el corazón de cada hombre existe algo así como un niño que va donde no
lo envían… y claro, la mayoría de los hombres lo dejamos ir y luego nos
olvidamos de él pues queda perdido en una región de la que no somos conscientes…
-¿Una región sin un mapa?
-Claro… algo así… pero dentro de nosotros, claro…
-¿Y usted me pide ahora que yo lo hipnotice y
busque a ese niño?
-Eh… no… No exactamente, pero sí me gustaría ser
hipnotizado, y que me hiciera dormir profundo… descansar un poco.
-Pero sin consciencia de usted, por lo que entiendo…
-Claro. Usted lo ha dicho.
Fue entonces que, tras esta conversación, el
hipnotizador comenzó a tratar de hipnotizarme…
Probó con relojes, con ejercicios de concentración…
mirando directamente a los ojos… pero no ocurrió nada.
-¿De dónde parto? –insistía yo, mezclando las
técnicas-. ¿Del objeto que quiero expresar? ¿De la sensación? ¿Parto dos veces…?
Pero no había caso.
De hecho, tras un largo rato intentándolo, sucedió
que el hipnotizador pareció quedarse en trance, de un momento a otro.
Y claro, fue entonces que me fui, dejándole una
nota.
Me hubiese gustado que funcionara –decía la nota,
simplemente-, pero ya ve lo que sucede.
Por último, mientras caminaba, pensé que quizá mi
yo entero había estado siempre junto con el niño aquel, del que hablaba
Wingarden, y que iba hacia donde nadie lo enviaba.
-Sentir no es comprender –me dije entonces.
Y me quedé en blanco.
Lo hubieras al menos, des-hipnotizado antes de irte! jejeje
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarY si en realidad desde ese día tu estás viviendo la hipnosis?
ResponderEliminarGran texto ;)