Cuando el botánico y farmacólogo alemán Theodor
Friedrich Ludwig Nees von Esenbeck fue descubierto en octubre de 1836 “actuando
pecaminosamente” con una extraña planta traída desde el norte de África, ni las
fuertes influencias de su familia, ni el testimonio de su hermano Christian
Gottfried Daniel Nees von Esenbeck -ya destacado botánico y connotado presidente
de la Academia Leopoldina-, fueron suficientes para evitar el escándalo en que
derivó dicho descubrimiento.
Y es que Theodor Friedrich Ludwig Nees von Esenbeck,
ya se había visto envuelto con anterioridad en otras extrañas incursiones que, descubiertas,
lo terminaron alejando del jardín botánico de Leiden, en el que estuvo empleado
durante algunos años.
Así, de poco valieron sus publicaciones -bastante
difundidas y bien valoradas en la época-, para que su actitud fuese conocida
prácticamente en casi toda la región de Renania, originando incluso una serie
de historias y canciones populares, que han sobrevivido con el tiempo, y que es
posible rastrear hasta nuestros días.
Con todo, no se trata solamente de burlas o de
historias nacidas del escándalo, sino que parecen contener –o al menos eso me
parece a mí a partir de las versiones a las que he tenido acceso-, cierta dosis
de respeto, tanto por el personaje en cuestión, como por el sentimiento y deseo
que aparentemente sentía Theodor Friedrich Ludwig Nees von Esenbeck, por
algunas criaturas del reino vegetal.
Como ejemplo, me gustaría mencionar una canción que
utiliza directamente el curioso término “clorofilia” cuando se refiere al caso señalado,
y cuyo coro podría traducirse más o menos así:
“Éxtasis final que cambia
la suciedad del hombre que no se
satisface
con agua y luz de sol…”
Y es que acaso ¿no tenía derecho de apasionarse –o enamorarse-,
de quien quisiera aquel botánico alemán…?
Porque claro, finalmente, más allá de la tolerancia
que podría hoy suscitar el caso, supongo
que existía también, tras aquella actitud, un sentimiento que impulsa a dar
toda la vida por ese algo amado…
Y es que esa consagración en que se transformó la
vida misma de Theodor Friedrich Ludwig Nees von Esenbeck –numerosos estudios de
especies exóticas, farmacología de sustancias vegetales, importantes postulados
sobre las propiedades medicinales de la flora-, no solo nos demuestra que ese
tipo de amor y de entrega es posible,
sino que además, -y esto lo intuyo, al menos-, nos demuestra que es el único
tipo de amor posible, hoy en día.
¿No será ese, acaso, el verdadero escándalo?
Mirálo vos al Theo!
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