“Más allá de la voluntas ordinata, existiría la libertad de Dios,
en virtud de la cual Él habría podido
crear
y hacer también lo contrario
a todo lo que efectivamente ha hecho”.
Benedicto XVI, refiriéndose a las ideas de
Juan Duns Scoto.
I.
Tres días antes una gitana había venido a decirme que
no era cierto.
-Eso no es cierto –me dijo.
-¿Qué cosa? –dije yo.
-Lo que usted cree que es cierto.
Yo la miré y analicé la conversación, pero no
llegué a conclusiones claras.
La gitana, en tanto, tenía un pañuelo en la cabeza y tironeaba
una de sus puntas.
-¿Está segura? –le pregunté entonces, por decir
algo.
-Lo que puede estarse –contestó.
Luego se fue sin pedir dinero ni agregar nada.
Yo me quedé pensando.
II.
Esa misma noche soñé con la gitana.
Yo estaba haciendo una torre, con piedras, a la
orilla de un lago.
Entonces ella llegaba y se ponía a mirar mi construcción.
-Eso se va a caer –decía la gitana.
-Esa es una predicción fácil –le contestaba yo.
Ella entonces se quedaba mirando y yo seguía
construyendo.
Y claro, poco después mi torre terminó cayéndose
hacia un costado.
-Yo se lo advertí –me dijo en ese instante la
gitana.
Luego se desnudó y se metió al lago.
III.
No volví a soñar con la gitana ni a verla en dos
días.
De hecho, para ser sincero, tampoco me acordé de
ella en ese tiempo.
Sin embargo, al tercer día de la primera visita, la
vi aparecer en un plato de puré picante que estaba comiendo. Es decir, tras
comer un poco, la forma de su cara se dibujó en la porción que estaba ante mí.
-Esto tampoco es cierto –me dijo entonces.
Y claro, asustado por la aparición, y temeroso que
siguiese hablando, me comí rápidamente el puré y la carne que lo acompañaba.
Estaba rico.
IV.
Esa noche –anoche, para ser exacto-, volví a soñar
con la gitana.
Es decir, no la vi directamente, pero en el sueño,
comprendí que ella me hablaba desde mi interior, mientras yo recortaba una hoja
de papel.
-Me metí en el lago –dijo.
Yo, en tanto, seguí recortando.
-No es tan sucio el lago, como yo creía –continuó-,
y no es tan hondo.
-Disculpe lo poco –comenté, luego de un rato.
-No debes disculparte –respondió-. Además se está a
gusto aquí dentro…
-¿Se va a quedar ahí? –le pregunté, despreocupado.
-Solo un tiempo, hasta que encuentre el tapón…
-¿Tiene tapón el lago?
-Sí, igualito que una tina –contestó.
Y claro, fue entonces que comenzó a invadirme esa
sensación de vértigo, que sentimos a veces en los sueños, y supuse que la
gitana había conseguido de alguna forma vaciar el lago.
Luego desperté.
V.
No creo que la gitana vuelva a aparecer de ninguna
forma.
Puedo equivocarme, claro, pero ese es mi
pronóstico.
Quizá por eso, con menos presión, me he puesto a
pensar en cuáles son aquellas cosas que creo ciertas…
Fue así que busqué una hoja, un lápiz, y me dispuse
a anotarlas…
Pasó así un minuto. Luego dos. Luego muchos.
No logré anotar ninguna.
Por lo mismo, hoy, en mi sueño, intentaré dirigirme
a ese lago y volver a poner el tapón, nuevamente.
Otro día les cuento, por cierto, qué tal me fue con
todo aquello.
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