martes, 17 de julio de 2012

La muchacha del bigote.


“Si ese bigote tuviera razón,
mi vida entera perdería sentido”



Porque se me murió el último bonsái salí a beber. Solo. Puede no parecer causa suficiente, pero me afectó principalmente porque intenté salvarlo. Pero bueno… no hay nada que hacer cuando un bonsái quiere morirse. Es decir, lo único que resta es entender por qué quiso morirse, y eso es lo más difícil, por cierto.

Y claro, fue por eso que salía a beber, decía. Por eso y porque no valía la pena hablar sobre el asunto. Y es que nadie sabe porque mueren las cosas, o porque se dejan morir, o porque dejamos que se dejen morir, si es el caso.

Por otro lado, lo cierto es que también me molesta mi propio egoísmo. Como decir que se me murió el bonsái cuando su vida nunca le perteneció a nadie más que a él, realmente.

Así, resultó que bebí rápidamente un par de cervezas y luego más lento unas dos más, hasta que olvidé el asunto del bonsái y comencé a fijarme en el entorno.

Un viejo. Una pareja. Una mujer. Todos en mesas separadas. Ese fue el cómputo.

Luego seguí bebiendo.

Un par de cervezas después ya se había ido el viejo y la pareja comenzaba a retirarse.

Y claro, como yo quería irme de los últimos, tenía que esperar a que se fuera la mujer, que estaba de espaldas a mí, tomando también una cerveza, a solas.

Fue entonces que, de improviso, la mujer se paró de su lugar y vino hasta mi mesa.

Así, mientras se acercaba, pude percatarme que apenas era una muchacha, a lo sumo de 18 o 19 años… pero lo realmente extraño aún estaba por revelarse: ella tenía bigote.

-Hola –dijo ella, de lo más normal-, ¿puedo sentarme aquí…?

-Eh… sí –contesté, algo inquieto.

-¿Te sucede algo? –me preguntó.

Yo negué con un movimiento de cabeza, pero lo único a lo que ponía real atención era a su bigote.

-¿Qué es lo que lees? –preguntó apuntando el libro que estaba sobre la mesa.

-Ese dulce mal, de la Highsmith…

Y claro, entonces comencé a hablar como si se tratase de una clase. No fue mi intención, claro, pero la situación era extraña y como estaba algo borracho hablé y hablé sobre la Highsmith con el cariño que me nace siempre cuando estoy bebido y hablo de gente que considero valiosa...

-Disculpa, me alargué y debo estar aburriendo… -dije entonces, dándome cuenta de la situación.

-¿Siempre te pasa?

-Sí… -confesé-. Siempre.

-No te preocupes, a mí también me pasa, pero es peor porque me ocurre cuando nado –dijo ella-. Siempre me lanzo y nado y cuando no doy más me doy cuenta que no voy a poder volver…

-Eso tiene que ser mentira –le dije.

-Sí, pero solo son palabras –contestó de lo más simple, y pidió otra cerveza.

Entonces, me sorprendí fijándome que de una u otra manera, había dejado de centrarme en el bigote de esa mujer. Es decir, ya fuese a partir del libro, o de cualquier otro tema, lo cierto es que las cosas que son importantes terminan alejándonos de los detalles o imperfecciones de los otros, pensé.

-Eso no es cierto –dijo entonces la mujer de bigote.

-¿Qué cosa?

-Que sea por fijarte en las cosas importantes…

-Pero si eso lo pensé… -dije, sorprendido.

-Eso da lo mismo… lo que sucede es que dejaste de pensar en mi bigote porque preferiste pensar en lo que es importante, pero para ti…

-¿A qué te refieres?

-A que solo te fijas en ti… en tus sensaciones, en lo que te es importante… eso es egoísmo…

-Pero…

-Además no puedes juzgar de imperfecciones aquello que no comprendes.

-¿Te refieres a tu bigote?

-Sí –contestó-. Mi bigote siempre será incomprendido, pero es justamente eso lo que lo vuelve valioso.

Yo guardé silencio.

Pedí entonces otra cerveza y luego me levanté al baño.

Cuando volví, minutos después, la mujer del bigote ya no estaba.

Me senté, tomé la última cerveza y pensé en mi bonsái, en mi biblioteca, en mi manía de estar solo y hasta el nudo amargo que llevo en el pecho hace años.

Y claro, pensé incluso en la posibilidad de estarnos dejando morir, sin darnos cuenta.

Por último, tras volver a casa, me acerqué al bonsái muerto y lo regué con cariño, nuevamente.

-Perdóname –le dije, en voz alta.

Y acaricié sus pequeñas ramas secas.

1 comentario:

  1. http://ballotage.cl/2012/05/la-muerte-como-redencion-en-borges/
    Namaste

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