De pequeño le pedí a Santa Claus luces de neón. Lo
recuerdo porque mi madre me pidió traducir el dibujo que había hecho en el jardín y yo tuve que explicarle.
-Son luces de neón –debo haber dicho-, como las de
los letreros luminosos.
Luego, sin embargo, mi madre me convenció de
cambiar la petición por algo más tradicional, que por lo demás no recuerdo qué
sería.
Con todo, yo seguía esperando, secretamente, que
llegaran mis luces de neón… pero claro, debí conformarme con los otros
presentes y con la explicación que me dio un tío, a quien le confesé la causa
de mi tristeza.
-Siempre va a haber algo que no llega –explicó esa
vez mi tío-, porque a la vida siempre le falta una cosa, para ser perfecta.
Así, conformándome con esa visión positiva del problema
–aunque no creyendo mucho en ella, debo reconocer-, supongo que dejé pasar ese
deseo hasta que comenzó a decrecer y hacerse casi imperceptible ante otras
necesidades –ahora sí imperiosas-, que fueron surgiendo, con el tiempo.
Ahora bien, la cuestión que me pregunto es: “¿para
qué quería yo unas luces de neón?”.
Y claro, mientras busco respuestas me encuentro con
la única pista que podría llevarme a una solución, y es el recuerdo de un
letrero luminoso que estaba en una avenida, no muy lejos de casa, que iba
encendiendo una a una sus letras, hasta formar la palabra completa que
promocionaba, según recuerdo, a una automotora.
Y es que recuerdo haber quedado varias veces
mirando cómo esas letras se encendían en medio de la oscuridad y cómo, tras
formarse la palabra completa, volvía la oscuridad nuevamente, por un breve
espacio de tiempo.
Hoy, 25 años después, recordando ese letrero, y la
situación del deseo de las luces, pienso que las cosas no han cambiado mucho.
Es decir, hay regalos que no llegan, personas
optimistas, y un sinnúmero de cosas que
deseamos sin saber verdaderamente para qué.
Y claro, finalmente, la vida entera podría
reducirse a ese juego de luces, y a esa expectación que existe en ese breve
momento final de oscuridad, antes de saber que las letras volverán a
iluminarse.
V
VI
VID
VIDA
Oscuridad.
A ese momento, me refiero.
El problema es cuando uno se obsesiona con las luces de neón y mientras más se "emperra" por conseguirlas, más se da cuenta que sigue en la oscuridad y que el cartelito intermitente está cada vez más y más y más lejos.
ResponderEliminarMonday´s blue mood :(