“No
vio más de él,
el caballero
Amadís
ni otras
gentes”.
Sale en un capítulo del primer Amadís de Gaula. Es
un caballero pequeño que anda sin armadura y que lo sigue un gato. No hablan de
él más allá de dos párrafos, pero es un hallazgo que me impresiona, igual que
esas personas descubiertas con celular en las películas antiguas o como esos
tumores que resultan ser benignos y el paciente comienza entonces como a vivir
de nuevo.
Con todo, no parece nada espectacular que aparezca
un chico con un gato, pero tanto el momento en que aparece, como la aparente
independencia de ese personaje, hacen que esa imagen parezca agregada y
sobreviva ahí, prácticamente como una anomalía. Fuera del tiempo.
Y es que claro… ya pasó el tiempo del Amadís, no
hay duda. Y también el de Tirante el Blanco y el de tantos otros. Por eso, lo
que queda simplemente es ver a ese
caballero como una especie de símbolo, un visitante parecido a nosotros y que
también anda de cierta forma extraviado, rastreando algo en un lugar a que no
pertenece, y sin el implemento adecuado…
“Recordóle
a él a su sobrino Gastiles… pero al verle pasar, se percató que llevaba el
mancebo caballero otra mirada. (…) Súpose visto por él, pero no se asustó Amadís,
más bien se compadeció de aquel caballero carente de implementos y que apenas
era acompañado por un gato, de esos pequeños y sin dueño. No vio más de él, el
caballero Amadís ni otras gentes.”
Así, leyendo una y otra vez este fragmento y
buscando infructuosamente que el personaje volviera a aparecer en alguno de los
cuatro libros del Amadís, pasé prácticamente toda la tarde.
¿Un lector que quedó atrapado…?
¿Un añadido de uno de los tantos autores que pasaron por el Amadís…?
¿Un guiño a otro personaje de quién se extraviaron
sus historias…?
Al final dejé las hipótesis de lado y pensé por un
momento en las formas que tenemos de vagar por otros mundos, y en la sensación
aquella de sentirnos extraviados.
Así, sintiendo que nos quedamos a vivir de cierta
forma en aquello que leemos o en aquello que escribimos -o en aquello que
vivimos, en definitiva-, cerré el último de Amadís y salí a caminar y a
respirar un poquito más profundo.
Luego volví a casa.
Quizás alguien te halle alguna vez -extraviado- entre los libros que leíste...
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