sábado, 30 de abril de 2011

Aquí había árboles.

.
"Pues, ¿qué abandonarás
que puedas decir
que lo has abandonado a la fuerza?"
Séneca.
.
I.

Aquí había árboles, pensó, y luego lo dijo en voz alta.

-¿Qué has dicho, papá?

-Que aquí había árboles –repitió.

Los niños se miraron y murmuraron algo que el padre no escuchó.

Avanzaron entonces unos pasos y el padre comenzó a explicarles sobre aquel lugar. Les contó los juegos de aquel tiempo: las carreras con ojos vendados, las escondidas en altura, y hasta les habló de la vez en que su hermano se quedó toda una noche arriba de un árbol porque ya era muy tarde y no podía distinguir las ramas.

-¿Tú hermano era el tío Víctor?

-Sí –contestó el padre, algo molesto porque el verbo en pasado le recordaba siempre que su hermano había muerto, y que los niños nunca se habían mostrado realmente afectados por aquella situación.

Él entonces se detuvo un momento mientras los niños se alejaban un poco y comenzaban a correr. El prado estaba descuidado y la tierra parecía removida pues habían arrancado los árboles hacía poco tiempo.

-Tengan cuidado –les dijo, y buscó un lugar donde sentarse para vigilarlos y esperar a que se cansaran o simplemente se aburrieran de correr.

Mientras esperaba, sin embargo, una serie de extraños pensamientos se abría espacio en su interior.

Pensaba, por ejemplo, en que entre él y los niños había siempre algo que funcionaba de forma opuesta. Es decir, si él hablaba ellos callaban, o si el avanzaba, ellos se detenían… cosas de ese tipo.

-…aunque quizá eso suceda con todas las personas… -se oyó decir el padre, en voz alta, mientras los niños estaban lo suficientemente lejos como para no oírlo.

La madre de los niños, en cambio, pensaba el padre, siempre estaba atenta cuando él decía algo en voz alta. No entendía bien, claro –y eso le trajo en ocasiones un gran número de problemas-, pero siempre se acercaba a preguntarle sobre qué estaba pensando apenas lo veía murmurar algo en algún sector de la casa.

-Estaba pensando en las cuentas –decía él, o repetía otro lugar común para evitar revelar aquello que, sin ser nada grave, era lo único propiamente suyo, que tenía.

Recordó una vez, por ejemplo, en que tras ver a su esposa arreglar algo en el jardín, él dijo en voz alta –aunque para sí-, algo relacionado con la belleza de ella, en cuclillas, bajo el sol.

-¡¿Qué dijiste?! –había gritado ella, esa vez.

Y el hombre había mentido pues se avergonzó de confesar lo que había dicho y su esposa terminó llorando y alegando porque él estaba en otro mundo, siempre… analizando las cosas, cuestionándolas, separándose de ellas.

-Algo así como arrancar los árboles… –dijo en voz alta el padre, tras terminar de recordar, sin percatarse que sus hijos estaban nuevamente al lado suyo.

-¿Qué dijiste, papá?

-Que ya es hora de irnos –dijo el padre-, y se acercó a sus hijos para sacudirles la tierra de la ropa y para limpiarles un poco el lodo de las zapatillas, para que no ensuciaran el auto.


II.

-Estás haciendo mal las cosas –le dije-. Aunque yo también las hago mal… no te asustes…

-¿Quién eres? –dijo él.

-Vian –le contesté-. Soy Vian.

Él miró entonces en torno suyo y comprendió que todo estaba vacío…apenas el suelo con la tierra removida y sin los árboles.

-¿Nunca hubo árboles? –preguntó.

-Nunca –contesté.

-¿Ni hijos, ni esposa, ni un hermano muerto?

-Nada. Nunca hubo nada…

-¿Y el suelo removido…? ¿Y mi problema de hablar en voz alta…?

Yo volví a negar con la cabeza. Aunque lo del suelo removido me llevó a dar algunas explicaciones.

-Quizá hubo algo acá, antes, pero no fueron árboles –le dije.

Él entonces comenzó a mirar en torno suyo y a palpar la tierra con las manos, sin demostrar mayor emoción, en sus acciones.

-Parecía real… -dijo entonces, como pensando en voz alta.

-A lo mejor lo era –le dije yo.

Entonces él me miró y volvió a mirar en torno suyo, y se recostó luego un momento, sobre la tierra. Y se durmió.


III.

Despertó porque escuchó a sus hijos reír correteando por el lugar, y se enderezó y se sacudió la tierra, que le había quedado hasta en el rostro.

-¿Ya te despertaste papá? –preguntaron los niños, riendo.

-Sí –dijo él-, mientras ordenaba las ideas.

Luego los ayudó a limpiarse, para que no ensuciaran el auto.

-¿Nos vas a volver a limpiar? –preguntaron los niños.

Él los miró y sin dejar de limpiarlos les dijo que sí, que se habían ensuciado de nuevo… que era necesario.

Durante el camino de regreso él puso música y cruzó algunas palabras con sus hijos.

Luego, llegó hasta la casa, saludó a su esposa, y le dijo que quería dormir un poco y que lo disculpara, pero no iba a tomar once.

-Pero estás bien, supongo… ¿No pasó nada malo…? –preguntó ella.

Él volvió a decir lo que era correcto. Y se fue a acostar. Y cuando lo hizo, prácticamente no se dio cuenta que había otra persona, junto a él, en la cama.

4 comentarios:

  1. Simplemente, me ha gustado mucho la entrada.
    Saludos Vian.

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  2. veo que no ha vuelto a escribir.
    Cómo va?, hablamos.
    Saludos.

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  3. ¿Cómo?
    Pero si sigo cumpliendo con la entrada diaria.
    ¿?Ahora estaba comenzando la cuarta de mayo.

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  4. no la había visto, cuando abría el blog me salía sólo ésta como última. Ahora me salen todas, es raro...
    En fin, un día hablamos.
    Saludos

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