sábado, 16 de abril de 2011

Cuando una historia resulta extraña.

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Cuando una historia resulta extraña, lo principal para no alejarnos completamente del vínculo que se establece entre ella y mi “realidad” –que es por cierto el lugar desde donde toma los nutrientes para desarrollarse luego como algo independiente-, es lograr establecer un buen comienzo.

Y claro, tienen ustedes razón si piensan que no he acertado en esta oportunidad, o que sobrevaloro mis escritos al pretender que estos pasen a existir fuera de mí, como si se tratase de seres vivos; sin embargo, me gustaría decir en mi defensa, que esto, muy lejos de ser un talento es una incapacidad y un defecto que poco a poco se ha ido transformando –o he ido disfrazando-, en una especie de estilo, aunque el glamour de esa palabra quede tan grande, que avergüence incluso, plantearlo así, sin más.

En esta oportunidad, por ejemplo, la historia es verídica 100%, pero tiene matices tan absurdos que narrarla de una forma “realista”, no haría sino poner en duda su veracidad, y yo acabaría molestándome conmigo mismo por la forma en que decidí comenzarla… es decir, -y para dar fin a este preámbulo-, todo lo que he dicho anteriormente no es sino el comienzo más adecuado que he logrado proponer para narrarles a continuación una historia extraña, pero verídica, que me tocó vivir.

Ahora bien, me gustaría pedirles su colaboración para que imaginen a un hombre delgado, vestido con un traje café que le queda holgado; alto, pero levemente insignificante en su andar, como si buscase pasar desapercibido entre los demás que, paralelamente, no han hecho ni el más mínimo esfuerzo por mirarlo, o catalogarlo, o plantearse hipótesis sobre aquella persona.

Y es que su historia, podría resumirse casi como un cuento de esos que estamos acostumbrados a que no sean reales, y que nos ofrecen, por tanto, desde su esencia ficticia, esa seguridad falsa que nos lleva a abordar su lectura como si se tratase apenas de un bocadillo, antes de comenzar con lo que creemos más importante, y real.

Pero mejor avancemos en la historia, y déjenme contarles que ese hombre de traje café, alto, delgado y de un andar levemente insignificante -¡qué rebuscada suena esa última descripción!-, tiene un disco secreto entre sus pertenencias y que ese disco secreto es el elemento extraño de esta narración.

Dicho disco, por lo demás, contiene grabaciones que aquel sujeto realizó en otra época, con una máquina grabadora portátil de las más modernas en aquel entonces, pero que hoy en día sería digna de estar en un museo, sin exageración alguna.

Con todo, en aquel momento, el tamaño relativamente reducido de aquel aparato le permitió a este hombre grabar una serie de registros de forma secreta, que estoy seguro no adivinarían ustedes nunca que contienen.

¿No les da curiosidad?

¿No?… bueno, entiendo… debe ser por la forma algo fome y sin ritmo que ha ido tomando esta presentación… pero déjenme de todas formas hacerle unas preguntas a aquel tipo, y quizá se interesen un poco, a fin de cuentas.

1. ¿Podría contarme de qué son los registros que contiene aquel disco?

R. Son canciones. Grabaciones secretas realizadas a gente común y corriente que canta cuando cree estar sola y que fui recopilando junto a mi esposa, durante años, escondiéndome en los lugares más diversos para poder registrarlas.

2. ¿Podría dar ejemplos concretos respecto a cómo fueron realizados esos registros?

R. Los registros los grabábamos en todas partes: escondidos bajo la cama en un hotel mientras alguien cantaba limpiando la habitación, por ejemplo, o metiéndonos a escondidas en el jardín de alguien hasta instalarnos cerca de la parte externa del baño, donde esperábamos que cantase en la ducha, si teníamos suerte…

3. ¿Tenía esto algún objetivo claro para ustedes?

R. Visto a la distancia no lo sé. Pero en aquel momento era algo tan importante que ocupaba prácticamente todo nuestro tiempo. Diseñábamos planes, organizábamos nuestras acciones, dibujábamos mapas… todo con el fin de obtener una nueva grabación y ver qué nos producía…

4. Y en concreto, ¿qué les producía?

R. En lo personal yo sentía algo extraño al escuchar aquellas grabaciones… era todo tan disonante, tan desprolijo, pero a la vez tan honesto… que en el fondo yo era capaz de emocionarme hasta las lágrimas escuchando lo que habíamos grabado… sin embargo, a mí esposa el escuchar y sobre todo el grabar estas canciones la excitaba sobremanera, sexualmente me refiero, y supongo que ese era entonces el efecto principal que le producía…

5. ¿Han cambiado los efectos con el paso del tiempo?

R. Todo cambia con el paso del tiempo. O sea todo menos las grabaciones en concreto. Por eso pagamos en su momento y elegimos las 12 mejores y las mandamos grabar en un disco… bueno dos discos en verdad, uno para ella y otro para mí… y a la larga nos fueron útiles, cuando nos separamos…

6. Pero yo le preguntaba en concreto por los efectos de escuchar dichas grabaciones con el paso del tiempo…

R. Es que no sé si pueda responderse aquello en concreto. Es decir, habría que explicar que un día descubrí que ella me engañaba justamente porque la vi salir con el disco y la seguí y la vi reunirse con un tipo… y bueno, si a eso le sumamos el paso del tiempo y que nos volvimos viejos… yo creo que al final de todo se han invertido los papeles…

7. ¿A qué se refiere con aquello?

R. A que en una carta que me envió hace un año mi ex mujer, ella me contaba que seguía escuchando el disco, a solas, y que todo lo que le había producido en un inicio se había transformado por completo. Es decir, ella me contaba que ahora cuando lo escuchaba no podía parar de llorar y emocionarse hasta con los gritos más desafinados de una chica que cantaba una cumbia, por ejemplo, y que jamás hubiésemos podido asimilar a esa sensación…

8. ¿Y a usted, qué le ocurre ahora?

R. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero lo cierto es que para mí también se invirtieron los papeles, y ahora yo me agito sexualmente al escuchar cada canción…

9. ¿Se agita sexualmente?

R. Bueno, no me haga decirlo de otra forma, ya voy por los 60 años y no es algo de lo que me enorgullezca… Por otro lado, me parece interesante al menos eso de que esas dos sensaciones hayan estado siempre tan cerca…

10. ¿Qué sensaciones?

R. Lo del llanto y el deseo sexual, por ejemplo… aunque en realidad me refiero a todas las sensaciones… además supongo que esas son consecuencias y no la sensación directa, y que… no sé, deben variar según el lugar donde se guarda el corazón, como decía una canción…

11. ¿Podría explicarme eso?

R. No creo que muy bien, pero imagine usted una casa y que esa casa es algo así como un ser vivo, como un ente que posee un corazón escondido en algún sitio y que ese corazón reacciona según el lugar donde se encuentra almacenado… es decir, obviamente, si la casa tiene el corazón en el ático será algo muy distinto a si lo tiene en la bodega, o en la cocina, sobre el mesón donde llega la luz todas las mañanas…

12. ¿Ocurre entonces como en un texto?

R. Mmm… no sé a qué se refiere… supongo que un texto tiene también un corazón… ¿se refiere a eso…? Si es así pues diría que sí, que ocurre igual, aunque a veces hay algunos que dan la impresión de no tener el corazón en sitio alguno…

13. ¿Entonces usted cree que existen textos que no tienen corazón?

R. No lo sé… mire… voy a responder por caballerosidad, pero lo cierto es que yo creo que un texto no se compara con un ser vivo, o con una casa, o con una relación afectiva, que era en principio de lo que hablábamos acá… un texto escrito –y aquí pienso en la literatura tradicional y todo eso-, tienen muchas veces eso de las canciones grabadas en estudio… esa perfección que emociona, pero siempre desde el artificio, o casi siempre… o sea, deben haber excepciones… pero tan pocas...

14. ¿Cree que las hay?

R. Sí… no conozco mucho, pero debe haberlas… de todas formas lo que peronalmente me gustaría ver sería algo así como una forma tradicional y fría, de esas que nadie hubiese pensado nunca que hubiesen podido tener un corazón dentro, revelar de pronto que tuvieron el corazón siempre ahí, expuesto… como la piel…

15. ¿Y respecto al disco?

R. Respecto al disco, nada… son dos copias y tienen dueño y no creo en préstamos ni piratería… déjeme seguir caminando mejor, con mi traje café y con mi andar insignificante… Se lo digo sin rencor y hasta con un abrazo, pero prefiero no hablar más…

Fue así que el hombre de café se fue y yo llegué al final de esta historia que a fin de cuentas no me pareció que sonara tan extraña.

Por último, respecto a las sensaciones que me produjo, debo admitir que hice lo posible por dejarlas de lado, para tratar de despejar aquello que me interesaba sacar en limpio, y que aún –debo admitir-, no vislumbro claramente qué es.

Tal vez tendré que hacer un nuevo intento. Quién sabe.

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