martes, 5 de abril de 2011

Vian: el sartén que no se pega.

"Hay hombres que no encuentran la vida
amarga, sino superflua"
Séneca.

Soñé que era un sartén. De esos como con teflón u otro material antiadherente que impedía que las cosas se pegaran en mí. Es decir, andaba yo por la vida con mi cuerpo redondo y metálico y un mango que apuntaba en diagonal, hacia lo alto, y con la seguridad de que nada, podía venir a ensuciar o dañar aquello que yo era.

-Miren, es antiadherente –murmuraban en mi sueño cuando me veían pasar, y yo me llenaba de orgullo y buscaba cierto ángulo para que el sol me hiciera brillar y cegar un poco al resto, con el reflejo.

El sueño avanzaba y yo me encontraba entonces con una serie de extrañas situaciones: conversaciones con otros seres metálicos, una leyenda que hablaba sobre una especie de deseo al final del camino, y una serie de lluvias de distinto tipo que caían en mí, pero que no dejaban rastro alguno.

-¿A dónde vas? -me preguntaban entonces, unas voces a la orilla del camino.

Y yo contestaba mencionando un lugar que ahora no recuerdo, pero que estaba más allá de unas montañas que parecían dibujadas, al fondo de mi sueño.

Lo más extraño, sin embargo, era mi forma de entender la realidad, al interior del sueño. Y es que cada dato que recogía parecía de pronto ser inasible y resbalar de mí, y corregirse hasta prácticamente desaparecer y dejarme en la duda ante la aparición de nuevos elementos.

Doy un ejemplo:

a) En un costado del camino de un nuevo lugar al que acabo de llegar, veo un único árbol color rojo, por lo que pienso que los árboles, en ese nuevo lugar, son rojos.

b) Tras caminar un poco más e intentar sostener la información, esta se cae de mis manos y se transforma en otra cosa: al menos uno de los árboles de este nuevo lugar –y el único que he visto hasta este momento-, es rojo.

c) Tras avanzar un poco más me doy cuenta que ni siquiera esa información es completa y también puede venirse abajo, así que la transformo: en este nuevo lugar, al menos la mitad de un árbol –la mitad que vi desde el lado del camino-, es roja.

¿Me entienden…?

Y lo peor es que aquello seguía hasta hacerme pensar en las raíces y en todo aquello que es parte de ese árbol y que nunca llegaremos a conocer pues supondría dejar de avanzar en el camino, o desenterrar el árbol u otras tantas cosas en las que prefiero, por el momento, no ahondar.

Pero el asunto acá es que el sueño avanzaba. La sensación asociada a ser un sartén de esos en que nada se pega, se iba haciendo cada vez más desagradable, y angustiante.

Puede sonar exagerado, pero lo cierto es que todo aquello que me rodeaba, en el sueño, parecía huir de mí y caer… o simplemente desvanecerse pues debía ser dejado de lado, para poder llegar a mi destino.

Además, de los elementos que podríamos denominar “informativos” o de “apreciación de la realidad” –como el ejemplo del árbol-, pasaba de pronto a no poder asir aquellas impresiones que tenían que ver ahora con las sensaciones y afectos que pudiese yo sentir hacia aquello que estaba fuera de mí, y que afectaba en principio mi sensibilidad produciéndome una serie de sensaciones que terminaban también deshaciéndose o cayendo sin poder retener yo nada de ellas.

Por ejemplo –aunque esta vez no me extenderé ni mostraré pasos como en la ocasión anterior-, si llovía durante un momento, y el agua caía en mí y eso me daba una sensación agradable, que tenía que ver justamente con ese sentir las gotas y el peso del agua en el pelo –porque a pesar de ser un sartén tenía sensaciones similares a aquellas en un primer momento-, dicha sensación iba desvaneciéndose también poco a poco mientras dejaba de llover y ya no tenía yo rastro alguno de agua ni recuerdo sensible de aquello y pasaba a ser simplemente ese ser de metal, con teflón, donde nada podía retenerse, ni siquiera las sensaciones…

Fue entonces que temí lo peor, y tantee un poco con los sentimientos, con los recuerdos reales del yo-Vian que soy fuera del sueño y con los afectos que hasta el día del hoy forman en mí ciertos nudos… y me di cuenta, en el sueño, que estos también comenzaban a desvanecerse, como si hasta el corazón fuese de teflón, o el espíritu, y todo resbalara de golpe, y me viese condenado a quedarme solo, y lo que es peor, sin que eso produjese en mí, sentimiento alguno.

Y es que comprendí en ese momento –en el sueño-, que cualquier sensación, hasta la de soledad o de dolor que tanto evadimos por momentos, son absolutamente necesarias, y propias, y forman parte de aquello que en nosotros existe al menos como hambre… como necesidad de afecto, y que desemboca de vez en cuando en esos sentimientos o sensaciones contrarias, al verse satisfechos, llámese esto alegría, felicidad, o lo que sea…

Me detuve entonces en el camino del sueño e intenté decidir qué hacer. Seguir por él esperando al final encontrar el destino hacia el que iba, y que se veía cada vez más próximo… o detenerme y replantear aquella situación… y negarme a avanzar incluso si eso suponía no llevar nada conmigo y llegar a ese final de la misma forma como empecé el recorrido.

Fue entonces, ya al final del sueño, estando quieto, que observé que había un recién nacido botado a un costado del camino. Estaba vivo, y se movía como pidiendo que alguien lo levantara, y lo llevara consigo.

Me acerqué por tanto hacia él e intenté levantarlo, pero él se resbalaba y yo no podía sujetarlo, de la misma forma que la información, y los sentimientos… como si mis manos fuesen también de un material que me impidiese tomarlo y llevarlo conmigo, hacia un lugar más seguro…

Fue en medio de esa situación de angustia –mezclada con esa frialdad en que se transformaba todo pasado un breve instante-, que decidí despertar… Y decidí hacerlo porque me di cuenta que ese Vian-sartén-antiadherente no era yo… y porque supongo porque hay que luchar por ser uno mismo incluso en sueños y no dejarse engañar ante esas imágenes que no hacen sino alejarnos de lo que verdaderamente somos.

Así que bueno, ahora haré lo posible por volver a ese sueño y tomar de una vez por todas a ese niño, y ya se verá qué hay que hacer luego con él, siendo uno…

Esa es mi prioridad ahora:

Ser yo.

1 comentario:

  1. solo pasaba a dejar saludos
    y a contarte que pedro se me está olvidando
    aun que igual le seguiré escribiendo..
    en cuanto a lo del teflon, a veces a mi me gustaría tenerlo... un par de veces.. para saber cómo se siente que todo te resbale.
    saludos!

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