martes, 26 de abril de 2011

El iglú.

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Me gusta la palabra iglú. Tanto el sonido como el objeto que designa. De pequeño, por ejemplo, recuerdo haber tenido envidia de un niño bajo y medio gordito al que le decíamos Iglú.

-¡Buena po, Iglú…! –recuerdo que le gritaban. Y el Iglú se molestaba un poco y no valoraba, pensaba yo, la calidad de su apodo.

Yo en cambio siempre fui Vian. A veces caía algún sobrenombre por ser un poco narigón o ya más grande porque me consideraban algo loco, pero nunca nada especial o de lo que yo pudiera sentirme orgulloso.

El Iglú en cambio tenía el apodo perfecto y no lo quería. Y hasta supongo que sufría un poco. Así que un día fui hasta él y le conté de mi apreciación.

-¡Tu apodo es increíble! –le dije-. ¡Y es que un iglú…! ¡Un iglú es mejor que cualquier otra cosa…! ¡Un iglú…!

Fue entonces que me di cuenta que en realidad no sabía por qué me gustaban tanto los iglús. Es decir, no sabía decirlo, al menos.

Para peor, recuerdo que esa vez entre tanto tratar de convencer al Iglú sobre lo afortunado de su apodo, él pensó que me estaba burlando, y me golpeó fuertemente con una regla de metal haciéndome una herida en la cabeza, que sangró profusamente.

-¡El iglú le pegó a Vian! –gritaron todos. Y la noticia corrió por el colegio y los profesores se enteraron y al iglú terminaron por echarlo, porque descubrieron además que la regla con que me había golpeado había sido afilada por él mismo, quién sabe con qué fin.

No volví a verlo, claro. Y una de las cosas que aprendí de esa experiencia, fue que a veces no vale la pena intentar explicar aquello que sentimos, -no directamente al menos-, y que en ocasiones debemos darnos una gran vuelta en torno a lo que queremos expresar, si realmente pretendemos que nos comprendan, o si sentimos, de cierta forma, necesidad de aquello.

Quizá es por eso, pienso ahora, que comencé esta entrada hablándoles de mi gusto por los iglús, lo que constituye por cierto, parte de la vuelta que me doy en torno a ciertas sensaciones que, para estar acorde con el tema de esta entrada, voy a comparar con bloques de hielo.

Así que bueno, imaginen ahora que doy vueltas en torno a algo que no sé nombrar, con una serie de bloques de hielo, y que voy depositando uno a uno en cierto orden… ¿se dieron cuenta lo que formo…?

Y no crean que se trata de formar la estructura… es decir, el iglú no es el fin… me gusta como palabra, claro, y hasta como “objeto real”, pero, ante todo, lo que más me agrada es su significado. Su sentido.

Y es que el iglú nos protege del frío, con frío. Nos separa de un medio que podría incluso denominarse como “hostil” utilizando el mismo elemento del que huimos, pero en otro estado…
En este sentido, es como si nos protegiéramos del calor con fuego, o nos resguardáramos de algunos sentimientos, con otros sentimientos…

Y claro, podrá alguien plantear entonces que ese hablar “en torno de” es simplemente una excusa para construir el algo del que uno pretendía hablar desde un principio, pero sinceramente, si se piensa así, se estará realmente lejos de una apreciación correcta.

Y es que a lo mejor exista en todo esto algo así como un deseo secreto. O una sensación similar a estar realmente dentro de ese iglú, rodeado de libros que quizá también estén hechos de hielo y que algún día se derritan… sí, quizá eso deseo secretamente. O simplemente es aquello algo que necesito. Y de lo que no hablo.

Porque a fin de cuentas ordenar la biblioteca es también limpiar las ventanas, desde dentro. Una forma de permanecer resguardado de los otros a partir del contacto con todo eso que es justamente aquello que se teme. Es decir, tocando a los otros, huir del contacto de los otros… Queriéndolos, huir del afecto que se teme recibir…

Nada más hay en el centro del iglú, salvo la sensación de sentirse extrañamente protegido, aunque a la vez preso.

Y sí, hoy soy Vian, el esquimal… y este precario iglú, es mi reino.

6 comentarios:

  1. no sabe cuanto me agrada leer esto...
    y sí hay que protegerse del frío con frío, en eso estoy o en eso estoy intentándolo.

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  2. Nunca había pensado sobre lo que hablas del iglú, no le dí nunca la oportunidad, pero es cierto es la cura al malestar o enfermedad, una especie de antídoto!

    Ayer escribí algo creo que también estas dentro, leélo!
    Saludos!

    http://afirmateseramejor.blogspot.com/2011/04/anonimos.html

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  3. Y, ¿ha intentado por otros medios?
    es decir, ¿a salido a buscar últimamente?.
    Si no es así, le sugiero salga a compartir.
    ¡Pero pronto hombre! que la vida se nos va rapidito.
    Por otro lado, no abandone este iglú, que entregarse por completo tampoco es taaan bueno, como dicen.

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  4. yo solo queria saber de que como los iglus nos protejen del frio :P

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  5. Similia similibus curantur / Lo semejante se cura con lo semejante. Y sí, es como la homeopatía, pero en mayores dosis.
    Me acordé de El hombre de hielo, de Murakami...
    Me gusta este escrito... también me gusta hablar sin hablar... me gustan las omisiones que giran en torno ha algo y definen sus bordes...

    Beso esquimal.

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