domingo, 17 de abril de 2011

Aquí no tenemos cocodrilos.

. .
La mayoría de mis amigos no están casados. Permanecen solos y algo borrachos y por lo general rodeados de libros. Algunos han intentado eso de la vida en pareja y las responsabilidades afectivas y la verdad es que no les ha resultado, aunque nunca nos hemos detenido a preguntarnos los porqués.

A veces, cuando nos juntamos, supongo que sospechamos las razones del otro, y buscamos en ellas el consuelo para recordar que las nuestras también son escasas, o simplemente sinrazones, mientras vaciamos las cervezas y hablamos con humor –o al menos lo intentamos-, sobre aquello que no tenemos, o perdimos, sin que los libros nos facilitaran el acceso a algún tipo satisfactorio de respuesta.

Entre todos, sin embargo, siempre hay uno de nosotros que cae en la retórica de la explicación, y como la lectura abunda y la imaginación se alimenta de esas cosas, es habitual que comiencen los ejemplos, y las historias, y todo eso que revela más de nosotros mismos de lo que ningún otro tipo de lenguaje pudiese permitirnos.

-Supongamos que le tengo miedo a los cocodrilos –dice uno-, supongamos que elijo temer de algo lejano, para evitar sentirme temeroso de mi entorno… o de mi pareja o de mis hijos, o de lo que sea que constituya mi vida diaria…

-Pero tú no tenís nada de eso po hueón… -lo interrumpimos.

-A eso voy –nos dice-. Pero usemos la imaginación. Pensemos que yo sí tengo esas cosas: casa, trabajo estable, una mujer y un par de hijos…

-¿No puede ser un par de mujeres y un hijo?

-No po hueón… además quiero hablar en serio un poco, para variar –nosotros asentimos-. El caso es que con todo eso, sería ilógico que yo viviese teniendo miedo de perder todo aquello… es decir, así es como se pierde, supongo, así que elijo mejor tener miedo de los cocodrilos…

-Pero aquí no tenemos cocodrilos.

-No po, hueón. Y por eso es que lo elijo. Para que el miedo esté distante y uno siga con esa vida que tiene y todo salga bien.

-¿Y después? –pregunta otro.

-¿Cómo después?

-Después po, hueón… ¿qué hacís con esa vida…? ¿No te dai cuenta que ahí se acaba el libro?

-No es libro, hueón… es vida. Y de todas formas no he terminado el ejemplo, lo estoy empezando…

-¡Yo creo que estai hablando mucho y tomando poco…! –dice otro amigo mientras se aleja unos pasos, haciéndose el ofendido.

-Puede ser, pero yo creo que hoy día voy a hablar un poco, para variar… además es posible que me vaya a vivir al extranjero en unas semanas…

-¿Y por qué no contaste antes, hueón?

-Porque lo estoy decidiendo recién y no estoy claro… ¿me van a dejar hablar, entonces?

-Habla no más, hueón –le respondemos, y nos llenamos los vasos nuevamente, para escucharlo con atención.

-¿Se acuerdan de la Carla…? Bueno, ¿se acuerdan que ella se fue al extranjero y yo anduve re mal un tiempo…?

-¡Fueron como cinco años, ahueonao…!

-Bueno, cinco años... Pero el punto es que he estado hablando con la Carla desde hace unos meses y parece que quiere que me vaya para allá… a Londres, me refiero…

-¿Ella está en Londres?

-Sí, ella se pasó a allá después de la especialización y trabaja en el zoo, como veterinaria en el área de los reptiles…

-¿Los cocodrilos?

-Eh… sí, también los cocodrilos, pero ese era un ejemplo no más, para llegar a explicar otra cosa…

-¿Pero ella trabaja con cocodrilos?

-Sí po hueón, y con tortugas y serpientes y otros reptiles… ella está a cargo de toda esa sección…

-¿Pero a ti no te daban miedo los cocodrilos?

-¡Era un ejemplo, ahueonao…! -dice mi amigo, impacientándose-, no me dan miedo los cocodrilos, o sea, no especialmente, además no voy a tener que verlos yo… ella trabaja con reptiles… y me está pidiendo que pruebe irme a vivir con ella, no a trabajar en el zoo…

-Pero es lo mismo por hueón… ella vive en un mundo con reptiles, y tú ni siquiera sabís si te dan miedo o no los reptiles…

-Miren, yo quería plantear una hueá y ustedes no me dejan…eso es lo único que veo. Además el problema es otro, y de hecho es más estúpido que ese de los cocodrilos… y es que desde que comencé a pensar en la posibilidad del viaje, me he dado cuenta que no soy capaz de viajar ya en un avión…

-¿Cómo…? Pero si hay viajado en avión algunas veces.

-Hace hartos años eso sí… y pasa que ahora no logro hacerme la idea de hacerlo… ya saqué los pasajes y todo, pero no creo que pueda…

-Pero qué es lo que te da miedo, ¿qué se estrelle?

-No sé bien, puede ser… pero más allá que se estrelle me da miedo algo así como no morir… o sea que pase algo y yo no muera…

-¿Quedar paralítico o sin piernas o alguna cosa así?

-No, hueón, otra cosa… como que pase algo y yo quedar así… no sé cómo decirlo… sin morir…

-Entonces le tenís miedo a estar vivo…

-Ja… no… nunca tan profundo, le tengo miedo a otra cosa… Escuchen: el otro día leía algo sobre el récord mundial de salto en paracaídas, del que saltó desde más ato, me refiero… lo que sucedió fue que el hueón cayó desde tan alto que dice que en el primer tramo no sentía ni el viento, sino que se sentía suspendido, como si no le estuviera pasando nada…

-¿Y?

-Y nada… igual el tipo iba cayendo y luego abrió el paracaídas y se salvó. Y batió el récord.

-Pero espera, ¿tú tienes miedo de caer desde muy alto, o de quedar suspendido, o de batir un récord?

-No sé de qué mierda tengo miedo –confiesa, sorprendiéndonos de pronto, con la voz algo quebrada-, o sea no tengo miedo de caer, ni de estrellarme… quizá tengo miedo de ese permanecer, sentir que estoy volando, o de no caer…

-Pero no caer es como volar, ¿o no?

-No po, hueón, no caer no es volar… o sea, un ahorcado también está colgado y no cae…

-Entonces tenís miedo de estar siempre sin caer y en un mismo sitio –dice otro amigo, como dando el diagnóstico oficial.

-Puede ser –dice el primero, como para cerrar la conversación, aunque no lo veo convencido.

Luego, abrimos otras botellas y bebemos un poco más rápido, y en silencio.

Mi amigo –el del posible viaje-, nos cuenta entonces de sus deudas, del crédito que pidió para los pasajes y hasta distribuye entre nosotros, -imaginariamente, por cierto-, sus libros, entre los que consigo los de novela negra.

Por último, un poco por inercia, el posible viajero nos hace una especie de cierre hablándonos de los cocodrilos.

-El otro día estábamos hablando con la Carla –nos cuenta-, y según ella, los cocodrilos tienen al menos 200 millones de años, como especie, claro… y todo un sistema de vida organizado que ha variado muy poco en todo ese tiempo…

Luego nos explica de las crías, la temperatura, la alimentación, y da todo ese discurso tras del cual están escondidas otras palabras. Esas que hablan de cosas que preferimos no decir. Otros miedos, quizá, u otras cosas que a veces percibimos en el aire y que parecen estar ahí también desde unos doscientos millones de años, o un poco más…

Y sí, a lo mejor es eso, o a lo mejor es simplemente que no sabemos ser felices, me digo, como (mal)resumiendo todo.

Mientras, comenzamos a despedirnos de ese amigo que lo va a intentar nuevamente… porque a fin de cuentas aquí no tenemos cocodrilos, y la vida sin esas emociones, y sin esos afectos, y sin esos miedos, es algo que carece de la sustancia necesaria como para llamarse de esa forma…

Así que suerte, amigo…

Y consérvate bueno.

1 comentario:

  1. Me divirtió al comenzar a leerlo y llegó a enternecerme al final :)
    Un abrazo.
    P.d
    suerte para tu amigo!

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