"Aquí no veo a ningún Dios", o la novela perdida sobre Yuri Gagarin.

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Sospecho que fueron los soviéticos. No sé cómo se enteraron ni por qué se tomaron el asunto tan en serio, pero estoy seguro que ellos acabaron con la única novela que he logrado escribir hasta su término, con cierta satisfacción.

Se trataba de una narración extensa sobre Yuri Gagarin, el primer cosmonauta que fue lanzado al espacio y que supuestamente regresó sano y salvo tras su viaje en la Volstok 1, en 1961.

Según la versión oficial, Yuri habría regresado cayendo en paracaídas sobre una región de Siberia, retomando su vida habitual y llegando incluso a ser diputado para el Soviet Supremo, poco antes de su extraña muerte producida cuando el avión que pilotaba cayó en picada a tal velocidad que llegó a enterrarse más de 6 metros bajo tierra, en un terreno despoblado, cerca de Moscú.

Pero claro, más allá de esta versión oficial, podían rastrearse en la vida de Gagarin, una serie de hechos extraños que dieron origen a la novela que me fue robada, sin tener hoy día modo alguno de recuperar algunas de sus partes.

Ahora bien, me gustaría acá explicar brevemente algunos de los hechos que me llevaron a construir la novela y que eran parte central de su argumento, que intentaré explicar posteriormente.

a) Registros y testimonios de Valentina Goricheva.

Se trata de una serie de documentos donde se transcriben los trastornos y “dificultades de adaptación” que llevaron a la esposa de Gagarin a ser internada en un hospital siquiátrico.

En ellos, la mujer insiste en sostener que tras el regreso del viaje espacial, su marido “era otro”, señalando incluso diferencias físicas en la constitución de su marido y en especial de su comportamiento asociado a la bebida que se agudizaría, incluso según versiones oficiales, hasta el momento de su muerte.

b) Denuncias hacia Yuri Gagarin luego de su regreso del viaje espacial.

Son varias las denuncias que sufrió el cosmonauta tras su regreso del viaje espacial, generalmente asociadas con su alcoholismo y diversos intentos de agresión sexual que llegaron incluso a seguir un camino legal, en un par de ocasiones.

Asimismo, en las declaraciones asociadas a estos casos es posible encontrar referencias a que el propio cosmonauta declaraba que todo lo asociado a su viaje era un fraude, y que incluso terminaba hablando de sí mismo con un nombre distinto, y señalando que el verdadero cosmonauta no habría nunca regresado a tierra.

c) Registro de las conversaciones entre Gagarin y la Tierra, mientras permaneció en órbita.

Existen al menos seis versiones distintas de las supuestas conversaciones que Gagarin sostuvo con la base soviética que comandó su viaje espacial.

Rastreándolas, y analizándolas, podemos encontrar una serie de datos y frases que no hacen sino respaldar las frases que algunos mandatarios soviéticos han dicho referidas al cosmonauta, haciéndolas luego, pasar por frases directas de Gagarin, como por ejemplo aquella observación que supuestamente dijo estando en órbita: “Aquí no veo a ningún Dios”.

d) Documentos fotográficos y cirugías plásticas a las que Gagarin fue sometido.

Hoy en día es difícil encontrar fotografías sobre Yuri Gagarin. O al menos aquellas que permiten contrastar su apariencia física previa al viaje, con el personaje que bajo ese nombre dio la vuelta al mundo promocionando la carrera espacial soviética. Así también, tenemos al Gagarin de los últimos años de vida, alcohólico y llevado a juicio, el cuál fue operado en dos ocasiones cambiándole notoriamente las facciones del rostro, sin explicaciones convincentes.

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Ahora llego a la novela. Si bien los datos concretos esbozados anteriormente, -más otros numerosos que omito-, dan luces sobre una aparente suplantación de Gagarin luego del viaje espacial, lo importante en la narración no era este hecho concreto, sino la posibilidad de situarse en un terreno ambiguo, desde el cual plantear la existencia de al menos tres Yuri Gagarin, y su posible convergencia en una sola biografía.

Sin embargo, más allá que la novela se paseara por la figura del cosmonauta, su verdadero centro estaba dado en la posibilidad que tenemos cualquiera de nosotros de ser –existir como- distintas personas, y en la duda razonable que existe cuando reflexionamos seriamente sobre quiénes somos, ya sea para nosotros mismos, o para los demás.

Es decir, la figura del cosmonauta como alguien que sale del mundo y lo mira por primera vez desde fuera, buscaba relacionarse con el salir de nosotros mismos y preguntarnos también quienes somos, principalmente desde el horizonte que plantean nuestras relaciones afectivas y el conocimiento que tenemos sobre nosotros mismos.

Así, la figura de la mujer de Gagarin, asumía en la mayor parte de la novela el rol de narradora -y de víctima, hasta cierto punto-, obligada a aceptar a tres hombres distintos como su verdadero esposo y llegando a ser recluida en un hospital siquiátrico tras negarse a aceptar esta realidad que le imponían los demás.

Por último, existía un capítulo final con Gagarin cayendo a toda velocidad poco antes de su muerte, donde éste confundía su propia existencia con la de los otros “yos”, logrando establecer así, quizá, una visión compleja de la “mezcla” de nuestros deseos esenciales en torno a una sola figura, es decir: el deseo de ser, el deseo de comprender y el deseo de dejar de ser, reunidos en el momento de estrellarse y hundirse en la tierra, como si se buscase un vientre, en realidad, para terminar de gestarse.

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