sábado, 23 de abril de 2011

Vian, Ilka, Chet y el pozo.

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Son las tres de la mañana cuando siento el timbre del departamento sonar casi ininterrumpidamente. Había terminado recién de ver un documental sobre Chet Baker y estaba durmiéndome casi, leyendo a Kapuscinski, que no está tan mal, a todo esto.

Dejé pasar unos minutos pensando que se trataba del tipo borracho del quinto que se equivoca día por medio, pero el asunto siguió, así que al final abrí la puerta.

-¡Vian, conocí a alguien! –dijo Ilka, entrando y sentándose en el único sofá que no estaba lleno de libros.

Yo la vi entrar y cerré la puerta. Por un momento pensé que se trataba de fantasmas o algo así, pues ya me ha tocado tres veces encontrarme con una niña chica que dice haberse caído de las escaleras y que al parecer nadie más ha visto.

-Disculpa que me meta así en tu casa… ¿estás solo, cierto?

-Sí, todavía no inflaba la muñeca –confieso, pero ella se ríe porque piensa que es broma.

-Quiero contarte sobre alguien a quién conocí -dice entonces-, pero no quiero que no me creas, además la historia es rara…

-¿Puedes contarla…?

-Pero ¿me vas a creer…?

-Eh… sí, supongo que sí…

-Ya, entonces primero dime un nombre.

-¿Para quién?

-Para nombrar a quien conocí esta mañana…

-Ilka, ¿estás bien…?

-Dime un nombre y luego escucha, no te pido nada más…

-También me pides que crea…

-Bueno, dime un nombre, escucha y cree, en ese orden.

-Chet.

-¿Cómo?

-Chet, ese nombre te doy.

-Es que no me gusta…

-Hey, tú te llamas Ilka, no huevées…

-Está bien… Chet, conocí a Chet entonces… esta mañana.

-¿Antes o después que se fuera Iván? – (Iván es el hijo de Ilka, y viajó a ver a su abuela).

-Justo cuando se fue –dice Ilka-. Yo entré a la cocina y quise cocinar un queque, de plátano, y otras cosas dulces…

-¿Y…?

-Miré a un lado y Chet estaba ahí… en la cocina. Yo lo vi de reojo y seguí cocinando, pero…

-Espera… ¿tú conocías de antes a Chet?

-No, o sea no lo había visto, pero me pareció que sí, quizá, aunque nada claro…

-¿Y qué hiciste entonces?

-Seguí cocinando –dice ella-. Caminaba por la cocina buscando ingredientes y pasaba por su lado sin decirle nada, como si no lo viera… Fue así un largo rato hasta que metí el queque al horno… -Ilka hace una pausa.

-¿Y?

-Después me fui a bañar, dejé a Chet en la cocina y le hice un pan con mermelada, para que esperase, pero se lo tragó de inmediato…

-¿Cómo…? ¿No entiendo Ilka?

-Que le hice un pan y se lo tragó… no hay que entender, Vian, hay que escuchar… Además si sigues paso a paso no vas a entender cómo fue que llegó al baño…

-Espera, me vas a decir que Chet te siguió al baño cuando te fuiste a bañar…

-No me siguió, el se quedó en la cocina y yo cerré la puerta, luego me metí al baño y cerré la puerta, pero él también estaba ahí…

-Espera, ¿Chet es acaso el padre de Iván…? Ese que dijiste que trabaja en Croacia…

-No, el padre de Iván no trabaja en Croacia, mentí si te dije eso… pero no, Chet no es el padre de Iván y además eso no es lo importante…

-¿Qué cosa no es importante?

-Eso, el que relaciones a Chet con otra cosa que con él mismo…

-Ok –digo, para evitar discutir.

-El caso es que me duché y mantuve con él la misma actitud que había tenido antes, en la cocina, e hice lo mismo cuando lo encontré en los otros lugares de la casa, y hasta en la cama, cuando quise descansar un poco…

-…

-Así que al final pensé que Chet había venido por el queque, o por comida, y andaba detrás de mí igualito que los perros cuando tienen hambre y mueven la cola…

-Espera –la interrumpo- ¿Chet tiene cola?

-Jaja, no Vian, no… cómo va a tener cola…

-Pero es que…

-Nada, deja avanzar… el punto es que saqué el queque y me puse a alimentar a Chet. Primero le di una rebanada y luego vi que seguía igual así que le fui dando más hasta que le di todo el queque…

-¡¿Todo?! –alego yo, con algo de hambre.

-Todo. Y luego le di la comida que quedaba y hasta le hice un par de sándwiches…

-¿Y todo de inmediato?

-De inmediato… Chet acababa con todo y fue entonces que me di cuenta que no era normal, es decir quizá era normal, pero era normal para ser un pozo…

-¿Cómo un pozo?

-Un pozo, Vian. ¿No entiendes?

-No.

-Un pozo: un brocal, un hoyo, y a veces agua en el fondo, u otra cosa que desconocemos, porque está oscuro…

-¡¿Un pozo?!

-Sí po, Vian, un pozo -dijo Ilka, mientras reía como si se tratase de un juego-. Uno de esos donde los niños tiran piedras para saber qué tan hondo es y luego se imaginan cayendo…

-¿Tú crees que se imaginan cayendo?

-Sí, a veces uno imagina esas cosas, igualito que yo cuando caigo por las escaleras –me dice.

Entonces miro nuevamente a Ilka y me doy cuenta su cuerpo ha cambiado, y que está pequeñita sentada allí, con las rodillas rotas, y comienza a llorar de pronto porque se cayó de las escaleras y porque al parecer ya no es Ilka…

-¡Me tiraron por las escaleras! –dice entonces-. ¡Pero yo me quería caer al pozo!

-Pequeña –le digo yo entonces, con los ojos cerrados-. No sé quién eres o qué quieres, pero te quiero pedir que te vayas de acá con cuidado…

-¡Es que me quieren arrojar por las escaleras! –me interrumpe.

-¿Quiénes?

-¡Ellos! –contesta, y por un momento siento que ellos también están aquí-. Me quieren arrojar aquí porque quieren que tú me veas y no me dejan lanzarme al pozo.

-¿Y por qué te quieres lanzar al pozo? –le pregunto.

-Porque debo irme, ellos me obligan a asustarte, y quieren que duerma contigo…

-Pequeña, vete por favor, si quieres lanzarte al pozo no pueden obligarte a no hacerlo…

-Pero pueden esconder el pozo… ayúdame Vian… -solloza.

Entonces yo, de golpe, levanto la alfombra y aún con los ojos cerrados le digo que se meta abajo, que ahí está el pozo y que yo la ayudo.

Inmediatamente ella se arroja al suelo y yo la cubro con la alfombra. Siento su cuerpo y sus huesitos blandos como si fuese un ave y voy tratando de dejarla abajo, hasta que de pronto la sensación se va y la alfombra vuelve a ser simplemente una alfombra sin nada extraño bajo ella.

Todo entonces queda en silencio. No tengo teléfono y no conozco a nadie en el edificio, salvo a Ilka y algo me dice que no debo ir a llamarla. El corazón me late a prisa y todo está oscuro. No quiero moverme hasta ver luz.

Horas después llega la luz. Y me muevo. Y todo parece normal, pero no lo es.

Pero claro, nadie me cree. Y esto parece un cuento.

1 comentario:

  1. Si esto llego a ocurrir, ten cuidado ante la situación, si es sólo ficción que creaste en una mezcla maestra en tu cabeza, felicitaciones. Todos tenemos fantasmas que nos rondan, lindos y queridos miedos, y hay cosas que por más uno trate de explicarlas no es eso posible, son cosas que solamente existen para aceptarlas, sin preguntas...

    saludos

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