"Todas nuestras obras pueden reducirse
a estas dos producciones de nuestro arte de hacer;
si se trata de la cosa misma, es le arte de hacer las cosas;
de la imagen, es el arte de hacer imágenes"
Platón. El sofista, o del ser.
.
Yo no sé de qué se trata.
A veces intento comprender
y escarbo
y encuentro cosas.
Pero no sé clasificar.
Me pasa como a esos que pretenden
coleccionar piedras,
y la casa se les llena,
y los bolsillos,
y hasta las manos,
sin encontrar secuencias lógicas.
Así, por ejemplo,
sucede que va pasando el tiempo
y creo que ya tengo suficiente material
como para ir pensando en construir
alguna cosa.
Hoy mismo,
para no ir más lejos,
hoy mismo estaba yo intentando juntar papeles,
hacer grupos… ustedes saben…
ordenar, como suele decirse,
pero no conseguía avanzar en lo más mínimo…
Es decir,
separaba y separaba y al final
no conseguía establecer ningún grupo o subgrupo,
sólo pequeñas divisiones de a uno que no logran,
claro está,
formar conjunto alguno.
Al respecto,
una vez leí que Cantor
(el matemático)
había comparado un conjunto con un abismo…
pues bien,
aceptando su sentencia
yo le agrego a eso
una idea que vengo pensando hace al menos treinta años ,
y es que si bien un conjunto es un abismo,
sucede que sólo tenemos un abismo
y por lo tanto,
un solo conjunto.
Con esto, claro está,
resulta que nosotros estaríamos
por decirlo así,
dentro del abismo,
y hasta el conjunto mismo que es el abismo
y que es el mundo contenido en sus propios bordes,
pasaría a ser también
parte de dicho conjunto.
Puede sonar enredado,
o confuso
y hasta erróneo,
pues suponemos que un abismo
solo es tal
si supone una profundidad en oposición
a una superficie dada fuera de él,
aunque claro,
olvidamos que un abismo es también
lo que es inmenso, insondable
e incomprensible,
salvo en su propia extensión.
¿Por qué hablo de esto?
Sinceramente,
porque no sé de qué va
esta acumulación de cosas
y palabras
y sensaciones,
y creo que ya va siendo hora
de hacer algo con ellas,
es decir,
darle forma al abismo,
aunque siempre como un todo
y por ende,
un solo conjunto,
lleno de elementos particulares
e inasibles.
A propósito,
en otro texto que leí alguna vez
a este respecto,
Russell le hablaba a Frege,
en principio,
sobre la existencia de un conjunto
que contuviera ideas abstractas,
y que a su vez,
fuese parte también de dicho conjunto,
(por ser también, claro está, una idea abstracta)…
Pues bien,
a pesar de que la intención de Russell fue otra
-cagarle la vida a Frege a partir de la postulación
de un conjunto que formará parte de sí mismo
sólo si no forma parte de sí mismo-,
me interesa la idea de llevar ese conjunto de ideas abstractas
directamente a lo concreto,
y transformar ese arte de de hacer imágenes
(por darle un nombre a la creación de ideas abstractas)
en un arte de hacer cosas
(por darle un nombre a la creación de las cosas mismas).
Intentaré explicarme:
Tomemos el conjunto Vian,
que es, como decíamos, el conjunto único
y universal:
el conjunto abismo.
Pero tomémoslo desde dentro, claro,
porque el conjunto Vian lo es todo
y sólo podemos percibir sus bordes
de la misma forma en que un feto
siente las paredes de su mundo
al patear los bordes del espacio
que lo contiene...
Tomémoslo, decía,
e intentemos buscar algo,
una especie de salida digamos,
o un escape del abismo…
Palpemos el lugar hasta dar con ese sitio
que es el inicio y término de este abismo…
y retrocedamos hasta el momento exacto
en que el abismo aún no se cerraba
y la cuerda aún estaba sin ligar
en torno a dicho espacio…
Encontremos ese punto y ¿saben qué…?
Démonos a luz.
Quedémonos fuera.
Y no importa si el lenguaje nos abandona
como abandonó a los pájaros:
ese es el punto de inicio para el verdadero hacer:
Pío, pío, pi,
(o el arte
de hacer el bien)
Y que ese sea
el nuevo punto
de partida.
A veces intento comprender
y escarbo
y encuentro cosas.
Pero no sé clasificar.
Me pasa como a esos que pretenden
coleccionar piedras,
y la casa se les llena,
y los bolsillos,
y hasta las manos,
sin encontrar secuencias lógicas.
Así, por ejemplo,
sucede que va pasando el tiempo
y creo que ya tengo suficiente material
como para ir pensando en construir
alguna cosa.
Hoy mismo,
para no ir más lejos,
hoy mismo estaba yo intentando juntar papeles,
hacer grupos… ustedes saben…
ordenar, como suele decirse,
pero no conseguía avanzar en lo más mínimo…
Es decir,
separaba y separaba y al final
no conseguía establecer ningún grupo o subgrupo,
sólo pequeñas divisiones de a uno que no logran,
claro está,
formar conjunto alguno.
Al respecto,
una vez leí que Cantor
(el matemático)
había comparado un conjunto con un abismo…
pues bien,
aceptando su sentencia
yo le agrego a eso
una idea que vengo pensando hace al menos treinta años ,
y es que si bien un conjunto es un abismo,
sucede que sólo tenemos un abismo
y por lo tanto,
un solo conjunto.
Con esto, claro está,
resulta que nosotros estaríamos
por decirlo así,
dentro del abismo,
y hasta el conjunto mismo que es el abismo
y que es el mundo contenido en sus propios bordes,
pasaría a ser también
parte de dicho conjunto.
Puede sonar enredado,
o confuso
y hasta erróneo,
pues suponemos que un abismo
solo es tal
si supone una profundidad en oposición
a una superficie dada fuera de él,
aunque claro,
olvidamos que un abismo es también
lo que es inmenso, insondable
e incomprensible,
salvo en su propia extensión.
¿Por qué hablo de esto?
Sinceramente,
porque no sé de qué va
esta acumulación de cosas
y palabras
y sensaciones,
y creo que ya va siendo hora
de hacer algo con ellas,
es decir,
darle forma al abismo,
aunque siempre como un todo
y por ende,
un solo conjunto,
lleno de elementos particulares
e inasibles.
A propósito,
en otro texto que leí alguna vez
a este respecto,
Russell le hablaba a Frege,
en principio,
sobre la existencia de un conjunto
que contuviera ideas abstractas,
y que a su vez,
fuese parte también de dicho conjunto,
(por ser también, claro está, una idea abstracta)…
Pues bien,
a pesar de que la intención de Russell fue otra
-cagarle la vida a Frege a partir de la postulación
de un conjunto que formará parte de sí mismo
sólo si no forma parte de sí mismo-,
me interesa la idea de llevar ese conjunto de ideas abstractas
directamente a lo concreto,
y transformar ese arte de de hacer imágenes
(por darle un nombre a la creación de ideas abstractas)
en un arte de hacer cosas
(por darle un nombre a la creación de las cosas mismas).
Intentaré explicarme:
Tomemos el conjunto Vian,
que es, como decíamos, el conjunto único
y universal:
el conjunto abismo.
Pero tomémoslo desde dentro, claro,
porque el conjunto Vian lo es todo
y sólo podemos percibir sus bordes
de la misma forma en que un feto
siente las paredes de su mundo
al patear los bordes del espacio
que lo contiene...
Tomémoslo, decía,
e intentemos buscar algo,
una especie de salida digamos,
o un escape del abismo…
Palpemos el lugar hasta dar con ese sitio
que es el inicio y término de este abismo…
y retrocedamos hasta el momento exacto
en que el abismo aún no se cerraba
y la cuerda aún estaba sin ligar
en torno a dicho espacio…
Encontremos ese punto y ¿saben qué…?
Démonos a luz.
Quedémonos fuera.
Y no importa si el lenguaje nos abandona
como abandonó a los pájaros:
ese es el punto de inicio para el verdadero hacer:
Pío, pío, pi,
(o el arte
de hacer el bien)
Y que ese sea
el nuevo punto
de partida.
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