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"No soy yo el que está enloqueciendo,
es el mundo"
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I.
No sé si decir que está loco, pero al menos es raro. Se trata de un hombre que recorre distintas poblaciones encuestando a la gente por su propia cuenta.
Estudió tres años psicología, pero trabaja esporádicamente en asuntos relacionados con instalación y mantención de redes, y claro, a veces desarrolla esa otra actividad y todo se descoloca un poco, y es que según él, se trata de un impulso inevitable, y lo mejor es adaptarse a él, y aceptarlo, y hacerlo entonces de la mejor manera posible.
-Yo hago mis propios formularios –me explica-, con una serie de preguntas sencillas relacionadas con los que viven en el lugar…
-¿Cómo en el censo?
-Sí, parecido, pero voy variándolas un poco… depende de la edad de los encuestados, o del sexo, o del humor que tengan, cosas así…
-Espera –le digo-, antes que sigas, ¿puedo preguntar para qué?
-¿Para qué, qué?
-¿Para qué hacer las preguntas? ¿Darse el trabajo…? Es decir, supongo que te pueden llevar preso o te pueden golpear, o…
-¿Por qué harían eso?
-No sé, por entrometerte en sus vidas, o sospechar que averiguas datos para un asalto, o si descubren que en realidad no te ha enviado alguien…
-Pero es que yo no miento, pregunto simplemente si pueden contestar algo y a veces la gente lo hace y a veces no, casi nunca preguntan quién me envía, y si lo hacen yo digo que es para un trabajo personal, lo que es verdad…
-No entiendo… lo del trabajo, me refiero…
-Ah… nada tan especial, es simplemente el vaciado de datos… organizarlos, trazar líneas, conexiones… ¿quieres acompañarme, mejor, para que veas cómo es?
-¿A ver los vaciados o al trabajo en terreno?
-A ambos,- me dice, mientras me pasa una peineta que saca de un bolsillo pues recalca que es una actividad seria, y que hay que realizarla bien presentados.
II.
-Haciendo conexiones se forman lazos –me explica, mientras avanzamos a la primera casa-, como en las líneas del metro… ¿has visto esos mapas de ciudades donde se cruzan una gran cantidad de líneas?
-¿Como combinaciones…?
-Claro, pues el punto es que yo trazo esas líneas a partir de los datos que obtengo de las personas…
-No entiendo.
-Mira, en la casa de allá vive un hombre que una vez recibió accidentalmente un balazo en la cadera…
-Ya…
-Pues bien, en esa otra casa… esa que se ve en la esquina… vive uno que accidentalmente le disparó en la cadera a un amigo…
-¿Es el que le disparó al otro? O sea, ¿el de la esquina le disparó al de la otra casa…?
-No, son coincidencias, solamente… aunque el vínculo existe… por eso, entre ambas casas yo trazo una línea de cierto color dependiendo del tipo de relación… ¿comprendes?
-Sí, aunque de nuevo me falta el para qué…
-Eso no importa aún –me dice, algo molesto-, lo importante es que sumando estos trazos, en el mapa comienzan a formarse figuras, y a veces, las figuras indican algo… como un centro.
-Y entonces… ¿es el centro lo que estás buscando?
-No. Es lo que estaba buscando, porque ya lo encontré… de hecho: llegamos.
-¿Cómo?
-Esta es la casa que estaba buscando –me dijo indicando una que se veía bastante abandonada y algo envejecida, en relación a las de su entorno-, o sea ya pregunté alguna vez hace mucho, pero apenas hace unos días descubrí que era el centro.
-¿Y por eso quisiste ponerte en contacto conmigo? ¿Para que sea el narrador del descubrimiento…?
-Sí, y para que seas el narrador protagonista… Ese es el para qué que peguntabas…
-¿Y entonces yo, ahora…?
-Tú ahora debes llamar, y hacer las preguntas que están en esta hoja…
-¿Vendrás conmigo, supongo…?
-Estaré atrás tuyo… pero tú hablarás…
-De acuerdo –dije-, sin saber bien por qué, pero entusiasmándome un poco, con la idea.
III.
-Señora, nos gustaría poder hacerle unas preguntas –le dije, apenas me abrió la puerta.
-No tengo mucho tiempo… -dijo ella, aunque sin moverse, como si su cuerpo se hubiese negado a obedecer a sus palabras.
Luego tomé la hoja, y como la situación me pareció más incómoda de lo que creía sería, comencé a leer y marcar las respuestas a las preguntas rápidamente…
-¿Nombre?
-¿Hace cuánto vive acá?
-¿Cuántas horas duerme?
-¿Canta cuando está sola?
En eso estaba, terminando la lista de la hoja cuando de pronto la pregunta más absurda de todas apareció ahí, sin que me percatara:
-¿Tiene usted un ornitorrinco? –escuché que le decía…
La mujer cambió de actitud y me miró en silencio.
-Disculpe la pregunta, debe haber sido un error… –plantee después de unos minutos-.
-No se disculpe, es sólo que me sorprendió la pregunta…
-No se preocupe, marcaré que no y terminaremos en seguida.
-Espere… mejor no marque que no tengo…
-¿Cómo…?
-Que no marque que no tengo ornitorrinco… lo que pasa es que no estaba segura bien qué era…
-Pero, -le digo algo incrédulo -, ¿de verdad tiene un ornitorrinco…?
-Por supuesto… o sea, tengo algo, que ahora usted me aclara es un ornitorrinco…
-Pero yo no sé si lo sea –alego.
-Pues pase y véalo –me dice ella, abriendo a puerta-.
-¿Puede entrar mi acompañante? –le pregunto a la mujer.
-¿Cuál acompañante…?
Entonces yo me doy vuelta, y me doy cuenta que estoy solo…
-¿No va a entrar? –insiste la mujer.
-Sí –contesto, y entro a la casa.
Dos minutos después, estoy justo al frente, del supuesto ornitorrinco.
No sé si decir que está loco, pero al menos es raro. Se trata de un hombre que recorre distintas poblaciones encuestando a la gente por su propia cuenta.
Estudió tres años psicología, pero trabaja esporádicamente en asuntos relacionados con instalación y mantención de redes, y claro, a veces desarrolla esa otra actividad y todo se descoloca un poco, y es que según él, se trata de un impulso inevitable, y lo mejor es adaptarse a él, y aceptarlo, y hacerlo entonces de la mejor manera posible.
-Yo hago mis propios formularios –me explica-, con una serie de preguntas sencillas relacionadas con los que viven en el lugar…
-¿Cómo en el censo?
-Sí, parecido, pero voy variándolas un poco… depende de la edad de los encuestados, o del sexo, o del humor que tengan, cosas así…
-Espera –le digo-, antes que sigas, ¿puedo preguntar para qué?
-¿Para qué, qué?
-¿Para qué hacer las preguntas? ¿Darse el trabajo…? Es decir, supongo que te pueden llevar preso o te pueden golpear, o…
-¿Por qué harían eso?
-No sé, por entrometerte en sus vidas, o sospechar que averiguas datos para un asalto, o si descubren que en realidad no te ha enviado alguien…
-Pero es que yo no miento, pregunto simplemente si pueden contestar algo y a veces la gente lo hace y a veces no, casi nunca preguntan quién me envía, y si lo hacen yo digo que es para un trabajo personal, lo que es verdad…
-No entiendo… lo del trabajo, me refiero…
-Ah… nada tan especial, es simplemente el vaciado de datos… organizarlos, trazar líneas, conexiones… ¿quieres acompañarme, mejor, para que veas cómo es?
-¿A ver los vaciados o al trabajo en terreno?
-A ambos,- me dice, mientras me pasa una peineta que saca de un bolsillo pues recalca que es una actividad seria, y que hay que realizarla bien presentados.
II.
-Haciendo conexiones se forman lazos –me explica, mientras avanzamos a la primera casa-, como en las líneas del metro… ¿has visto esos mapas de ciudades donde se cruzan una gran cantidad de líneas?
-¿Como combinaciones…?
-Claro, pues el punto es que yo trazo esas líneas a partir de los datos que obtengo de las personas…
-No entiendo.
-Mira, en la casa de allá vive un hombre que una vez recibió accidentalmente un balazo en la cadera…
-Ya…
-Pues bien, en esa otra casa… esa que se ve en la esquina… vive uno que accidentalmente le disparó en la cadera a un amigo…
-¿Es el que le disparó al otro? O sea, ¿el de la esquina le disparó al de la otra casa…?
-No, son coincidencias, solamente… aunque el vínculo existe… por eso, entre ambas casas yo trazo una línea de cierto color dependiendo del tipo de relación… ¿comprendes?
-Sí, aunque de nuevo me falta el para qué…
-Eso no importa aún –me dice, algo molesto-, lo importante es que sumando estos trazos, en el mapa comienzan a formarse figuras, y a veces, las figuras indican algo… como un centro.
-Y entonces… ¿es el centro lo que estás buscando?
-No. Es lo que estaba buscando, porque ya lo encontré… de hecho: llegamos.
-¿Cómo?
-Esta es la casa que estaba buscando –me dijo indicando una que se veía bastante abandonada y algo envejecida, en relación a las de su entorno-, o sea ya pregunté alguna vez hace mucho, pero apenas hace unos días descubrí que era el centro.
-¿Y por eso quisiste ponerte en contacto conmigo? ¿Para que sea el narrador del descubrimiento…?
-Sí, y para que seas el narrador protagonista… Ese es el para qué que peguntabas…
-¿Y entonces yo, ahora…?
-Tú ahora debes llamar, y hacer las preguntas que están en esta hoja…
-¿Vendrás conmigo, supongo…?
-Estaré atrás tuyo… pero tú hablarás…
-De acuerdo –dije-, sin saber bien por qué, pero entusiasmándome un poco, con la idea.
III.
-Señora, nos gustaría poder hacerle unas preguntas –le dije, apenas me abrió la puerta.
-No tengo mucho tiempo… -dijo ella, aunque sin moverse, como si su cuerpo se hubiese negado a obedecer a sus palabras.
Luego tomé la hoja, y como la situación me pareció más incómoda de lo que creía sería, comencé a leer y marcar las respuestas a las preguntas rápidamente…
-¿Nombre?
-¿Hace cuánto vive acá?
-¿Cuántas horas duerme?
-¿Canta cuando está sola?
En eso estaba, terminando la lista de la hoja cuando de pronto la pregunta más absurda de todas apareció ahí, sin que me percatara:
-¿Tiene usted un ornitorrinco? –escuché que le decía…
La mujer cambió de actitud y me miró en silencio.
-Disculpe la pregunta, debe haber sido un error… –plantee después de unos minutos-.
-No se disculpe, es sólo que me sorprendió la pregunta…
-No se preocupe, marcaré que no y terminaremos en seguida.
-Espere… mejor no marque que no tengo…
-¿Cómo…?
-Que no marque que no tengo ornitorrinco… lo que pasa es que no estaba segura bien qué era…
-Pero, -le digo algo incrédulo -, ¿de verdad tiene un ornitorrinco…?
-Por supuesto… o sea, tengo algo, que ahora usted me aclara es un ornitorrinco…
-Pero yo no sé si lo sea –alego.
-Pues pase y véalo –me dice ella, abriendo a puerta-.
-¿Puede entrar mi acompañante? –le pregunto a la mujer.
-¿Cuál acompañante…?
Entonces yo me doy vuelta, y me doy cuenta que estoy solo…
-¿No va a entrar? –insiste la mujer.
-Sí –contesto, y entro a la casa.
Dos minutos después, estoy justo al frente, del supuesto ornitorrinco.
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