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I.
Un amigo que está en Brasil me pide que haga una entrevista a un supuesto adivino que está de visita en Chile durante algunos días.
-¡Es súper bueno, hueón! –me dice, entusiasmado.
-¿Le da su dinero a los pobres?
-No po, hueón, es súper buen adivino… Sabe todo lo que va a pasar…
-¿Y por qué sigue vivo, entonces?
-Puta, no sé, pregúntale po, hueón… además la cena la paga la revista.
-¿Y los tragos?
-También, es libre… puedes pedir lo que quieras…
-Mmm… es que tengo que revisar unos trabajos y…
-Espera… además encontré algo que te doy a cambio de la entrevista… y vas a decir que sí, seguro…
-¿También estás de vidente?
-Escucha: encontré un libro de poesía brasileña que perteneció a la Lispector y tiene hasta algunos apuntes en los márgenes.
-…
-Te mando una foto por mail.
Minutos después abro el mail y veo las imágenes. Reconozco la letra de Clarice y hasta hago acercamientos para leer un poco, y distingo la palabra “respuesta”.
Horas después, me dirijo al lugar de la entrevista.
II.
-La crisis es espiritual, no cultural, ni económica, o política –me dice un tipo bajito, de bigote, como un niño disfrazado.
-¿De qué habla?
-Disculpe, siempre me adelanto en las conversaciones –me contestó-, soy G. H., el vidente, o adivino, como quiera usted llamarme.
Yo lo saludo, incrédulo, mientras nos sentamos y viene el garzón a tomar el pedido.
-Yo también quiero un ruso blanco, pero nada más –dice él, anticipándose a mi encargo.
Y claro, ya que no tenían cervezas ese era el trago que yo había pensado pedir, aunque por contradecirlo debo reconocer que casi terminé eligiendo otro.
-Que bueno que no decidió pedir otro –me dijo luego-, le habría hecho mal para el estómago.
Los bebimos rápidamente, y de inmediato pedimos dos más, cada uno, mientras yo me animaba a comenzar la entrevista.
III.
-Nací en México –me dijo de improviso, un segundo antes que se lo preguntara-, pero he vivido en al menos 15 países desde entonces.
Yo tomé algunos apuntes y fingí que aquello no me sorprendía.
Luego, la situación siguió repitiéndose, siempre adelantándose a mis preguntas.
-Desde los cinco años…
-Demonios, de Dostoievski…
-Una vez, un cáncer al hígado, pero no suelo meterme en esas cosas…
-Nunca me casé… y no, no soy maricón…
-A los 34 años, pero esas fechas pueden cambiar…
-Sí, pero eso ya sería hablar de una crisis…
-Pero la crisis sería espiritual, no cultural, ni económica, o política…
Aquí me detuve en seco, pues me parecía que el tipo ya me lo había dicho.
-Disculpe, ¿qué era lo que me respondía con aquellas palabras? –lo interrumpí, esforzándome en ser veloz para que no me contestase antes de tiempo.
-Usted me iba a hablar de cierta idea de crisis, y me iba a citar unas frases contradictorias de Lipovetski en relación a la naturaleza de la crisis… luego todo derivaría en hablar sobre el narcisismo como tema central de la cultura norteamericana…
-Gracias, podría…
-Sí, le daré tiempo para anotarlo… y pediré por usted –me dijo. Y pidió luego otro par de rusos blancos.
Mientras anotaba algunas ideas, el tipo me preguntó el por qué de aquel trago, y antes de que yo pudiese contestarle, me dijo:
-Interesante personaje ese, del gran Lebowski…
-¿Vio la película?
-No, pero usted pensó en ella y logré entender algo de la trama.
Yo miré al tipo algo desconfiado, porque sinceramente no recordaba mucho de la trama y pensaba que al menos, en algunos temas, podía estar exagerando.
-No exagero –me dijo entonces, antes que le planteara nada-, es sólo que a veces uno logra ver un poco más allá de lo que el otro nos quiere mostrar…
-Pero… -alcancé a decir-.
-No, no se trata de una violación –se adelantó-, tómelo como un ahorro de tiempo, como tomar pastillas para que no nos dé sed…
-Pero…
-No, no es tan negativo, o sea en El principito se muestra así, pero supongo que usted tiene que hacer cosas con su tiempo…
-Pues sí, en realidad…
-Claro, las pruebas, los trabajos… la entrada en el blog…
-¿Conoce…?
-No, no lo he leído, pero le queda poco tiempo… aunque esas cosas pueden cambiar claro…
-¿Y…?
-¿De verdad quiere saberlo?
-Para qué me lo pregunta, si usted...
-No, no lo tenía claro… es decir, usted no lo tenía claro, pero al menos sí… más allá de la metáfora, va a terminar por ordenar la biblioteca.
-¿Y…?
-Sí, es decir, habrá de todo, cosas buenas, malas… vaya al baño mejor –se interrumpió-, porque si no un mozo se va a caer justo en la entrada y va a ser incómodo entrar, después que eso suceda.
Yo lo miré y como tenía ganas de ir, al final fui. Apenas entré sentí un ruido afuera, como de platos quebrándose y alguien que se caía, justo por el lado externo de la puerta del baño.
Me miré al espejo. Y quise aprovechar la pausa.
IV.
Pensé entonces, mientras me miraba en el espejo, algo mareado, en todo aquello que podía averiguar con aquel tipo, y por un instante me dio miedo. Es decir, no sabía si realmente quería averiguar o no algunas cosas.
Luego, no sé por qué, se me vino a la cabeza una anécdota que contaba Diógenes Laercio sobre Tales, una vez en que le habrían preguntado por qué, si según él no había diferencia alguna entre la vida y la muerte, mejor no se mataba… a lo que Tales respondió que no se mataba precisamente por eso: porque no había diferencia.
Al final, decidí aprovechar el momento y arrancarme por una ventana que daba hacia la calle, para no tener que ver de nuevo al mentalista, y sentirme tentado a averiguar otras cosas.
Ya había logrado salir cuando sentí una voz conocida y vi la figura pequeña del adivino, que me esperaba afuera de la calle.
-Quería despedirme –me dijo-, no enviará la entrevista y no me importa, además las imágenes del libro de la Lispector eran falsas…
-¿E…?
-Sí, estoy seguro, las sacó de unas fotos a unos manuscritos, que están en internet…
Miré entonces al tipo algo enojado, y lo vi de pronto asustarse y correr desesperadamente hasta desaparecer por una esquina… quizá le hubiese pegado más adelante, o no sé en verdad que habrá visto.
Por último caminé unas cuadras y tomé un taxi. Y es que estaba demasiado mareado como para volver en otro tipo de transporte.
Ah, y aunque las apuestas estén en contra, va a ganar el Manchester (2-1).
Un amigo que está en Brasil me pide que haga una entrevista a un supuesto adivino que está de visita en Chile durante algunos días.
-¡Es súper bueno, hueón! –me dice, entusiasmado.
-¿Le da su dinero a los pobres?
-No po, hueón, es súper buen adivino… Sabe todo lo que va a pasar…
-¿Y por qué sigue vivo, entonces?
-Puta, no sé, pregúntale po, hueón… además la cena la paga la revista.
-¿Y los tragos?
-También, es libre… puedes pedir lo que quieras…
-Mmm… es que tengo que revisar unos trabajos y…
-Espera… además encontré algo que te doy a cambio de la entrevista… y vas a decir que sí, seguro…
-¿También estás de vidente?
-Escucha: encontré un libro de poesía brasileña que perteneció a la Lispector y tiene hasta algunos apuntes en los márgenes.
-…
-Te mando una foto por mail.
Minutos después abro el mail y veo las imágenes. Reconozco la letra de Clarice y hasta hago acercamientos para leer un poco, y distingo la palabra “respuesta”.
Horas después, me dirijo al lugar de la entrevista.
II.
-La crisis es espiritual, no cultural, ni económica, o política –me dice un tipo bajito, de bigote, como un niño disfrazado.
-¿De qué habla?
-Disculpe, siempre me adelanto en las conversaciones –me contestó-, soy G. H., el vidente, o adivino, como quiera usted llamarme.
Yo lo saludo, incrédulo, mientras nos sentamos y viene el garzón a tomar el pedido.
-Yo también quiero un ruso blanco, pero nada más –dice él, anticipándose a mi encargo.
Y claro, ya que no tenían cervezas ese era el trago que yo había pensado pedir, aunque por contradecirlo debo reconocer que casi terminé eligiendo otro.
-Que bueno que no decidió pedir otro –me dijo luego-, le habría hecho mal para el estómago.
Los bebimos rápidamente, y de inmediato pedimos dos más, cada uno, mientras yo me animaba a comenzar la entrevista.
III.
-Nací en México –me dijo de improviso, un segundo antes que se lo preguntara-, pero he vivido en al menos 15 países desde entonces.
Yo tomé algunos apuntes y fingí que aquello no me sorprendía.
Luego, la situación siguió repitiéndose, siempre adelantándose a mis preguntas.
-Desde los cinco años…
-Demonios, de Dostoievski…
-Una vez, un cáncer al hígado, pero no suelo meterme en esas cosas…
-Nunca me casé… y no, no soy maricón…
-A los 34 años, pero esas fechas pueden cambiar…
-Sí, pero eso ya sería hablar de una crisis…
-Pero la crisis sería espiritual, no cultural, ni económica, o política…
Aquí me detuve en seco, pues me parecía que el tipo ya me lo había dicho.
-Disculpe, ¿qué era lo que me respondía con aquellas palabras? –lo interrumpí, esforzándome en ser veloz para que no me contestase antes de tiempo.
-Usted me iba a hablar de cierta idea de crisis, y me iba a citar unas frases contradictorias de Lipovetski en relación a la naturaleza de la crisis… luego todo derivaría en hablar sobre el narcisismo como tema central de la cultura norteamericana…
-Gracias, podría…
-Sí, le daré tiempo para anotarlo… y pediré por usted –me dijo. Y pidió luego otro par de rusos blancos.
Mientras anotaba algunas ideas, el tipo me preguntó el por qué de aquel trago, y antes de que yo pudiese contestarle, me dijo:
-Interesante personaje ese, del gran Lebowski…
-¿Vio la película?
-No, pero usted pensó en ella y logré entender algo de la trama.
Yo miré al tipo algo desconfiado, porque sinceramente no recordaba mucho de la trama y pensaba que al menos, en algunos temas, podía estar exagerando.
-No exagero –me dijo entonces, antes que le planteara nada-, es sólo que a veces uno logra ver un poco más allá de lo que el otro nos quiere mostrar…
-Pero… -alcancé a decir-.
-No, no se trata de una violación –se adelantó-, tómelo como un ahorro de tiempo, como tomar pastillas para que no nos dé sed…
-Pero…
-No, no es tan negativo, o sea en El principito se muestra así, pero supongo que usted tiene que hacer cosas con su tiempo…
-Pues sí, en realidad…
-Claro, las pruebas, los trabajos… la entrada en el blog…
-¿Conoce…?
-No, no lo he leído, pero le queda poco tiempo… aunque esas cosas pueden cambiar claro…
-¿Y…?
-¿De verdad quiere saberlo?
-Para qué me lo pregunta, si usted...
-No, no lo tenía claro… es decir, usted no lo tenía claro, pero al menos sí… más allá de la metáfora, va a terminar por ordenar la biblioteca.
-¿Y…?
-Sí, es decir, habrá de todo, cosas buenas, malas… vaya al baño mejor –se interrumpió-, porque si no un mozo se va a caer justo en la entrada y va a ser incómodo entrar, después que eso suceda.
Yo lo miré y como tenía ganas de ir, al final fui. Apenas entré sentí un ruido afuera, como de platos quebrándose y alguien que se caía, justo por el lado externo de la puerta del baño.
Me miré al espejo. Y quise aprovechar la pausa.
IV.
Pensé entonces, mientras me miraba en el espejo, algo mareado, en todo aquello que podía averiguar con aquel tipo, y por un instante me dio miedo. Es decir, no sabía si realmente quería averiguar o no algunas cosas.
Luego, no sé por qué, se me vino a la cabeza una anécdota que contaba Diógenes Laercio sobre Tales, una vez en que le habrían preguntado por qué, si según él no había diferencia alguna entre la vida y la muerte, mejor no se mataba… a lo que Tales respondió que no se mataba precisamente por eso: porque no había diferencia.
Al final, decidí aprovechar el momento y arrancarme por una ventana que daba hacia la calle, para no tener que ver de nuevo al mentalista, y sentirme tentado a averiguar otras cosas.
Ya había logrado salir cuando sentí una voz conocida y vi la figura pequeña del adivino, que me esperaba afuera de la calle.
-Quería despedirme –me dijo-, no enviará la entrevista y no me importa, además las imágenes del libro de la Lispector eran falsas…
-¿E…?
-Sí, estoy seguro, las sacó de unas fotos a unos manuscritos, que están en internet…
Miré entonces al tipo algo enojado, y lo vi de pronto asustarse y correr desesperadamente hasta desaparecer por una esquina… quizá le hubiese pegado más adelante, o no sé en verdad que habrá visto.
Por último caminé unas cuadras y tomé un taxi. Y es que estaba demasiado mareado como para volver en otro tipo de transporte.
Ah, y aunque las apuestas estén en contra, va a ganar el Manchester (2-1).
Entre saber y no saber no hay diferencia...
ResponderEliminarMejor salir por la ventana.