miércoles, 18 de mayo de 2011

No es verdad que vinimos a durar, sobre la tierra.

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“No es verdad que vivimos,
no es verdad que vinimos a durar
sobre la tierra…”
Poema náhuatl, región de Chalco.
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I.

Leo que en una región de Asia, a los que se creían sabios, los enterraban en tierras de labranza, hasta la cintura.

Pasaban así varios días -o semanas-, bajo las inclemencias del tiempo, hasta que eran capaces de pronunciar las palabras que la tierra había logrado hacer ingresar en sus corazones.

Así, si bien muchos de estos sabios morían durante la experiencia -y otros quedaban con graves secuelas debido a los problemas de circulación que afectaban a sus piernas durante el tiempo en que estuvieron enterrados-, los sabios sobrevivientes pasaban a constituir parte del núcleo gobernante de estas tribus, y eran considerados como interlocutores válidos entre el hombre y la fuerza natural que emanaba del mundo, y que permitía la vida en la tierra, mientras se mantuvieran activos estos vínculos.

Pero sucedió que fue pasando el tiempo, y los últimos sabios originarios de estas tradiciones fueron revelando que la tierra estaba extrañamente silenciosa, y que no parecía tener mensaje alguno que entregar salvo ese mismo silencio, que intentó ser interpretado de variadas formas.

Lamentablemente –para la última generación de estos sabios-, resultó que la interpretación final llevada a cabo por el pueblo, desembocó en la ejecución de seis de los siete sabios, quienes fueron enterrados también en tierras de labranza por varios días, solo que en esta oportunidad se les enterró cabeza abajo, con lo que sus posibilidades de sobrevivencia, estimo, se vieron mermadas considerablemente.

Según el texto donde leo estas informaciones, el sabio que no fue sentenciado a ser enterrado de esa forma, logró huir del lugar y acudir a las autoridades mongolas –quienes tenían jurisdicción sobre la zona-, a quienes informó sobre las ejecuciones y algunas otras transgresiones que tenían relación con conductas sexuales desviadas –relaciones zoofílicas con animales que el artículo no deja en claro-, que tenían dichas tribus.

Tras recibir la información, un grupo policial mongol fue hasta el lugar y detuvo a una serie de hombres que aparentemente habrían dado la orden de enterrar a los sabios cabeza abajo, para ser juzgados en la gran corte de Ulan Bator.

Luego, el artículo que trata sobre el tema, ahonda en la pertinencia del sistema judicial y busca –torpemente, según mi opinión-, promover una visión crítica sobre la idea de justicia y los ámbitos de acción donde esta ejerce sus dominios.

Luego, el texto inserta dos imágenes sobre el juicio, y el texto se acaba.

II.

Tras leer el texto, sin embargo, existen unas serie de pequeñas hebras que quedan colgando de la historia y que me dispongo a tirar una a una, en primera instancia, por simple ociosidad.

Una primera hebra dice relación con la capacidad que habrían tenido algunos de estos sabios, de recibir e interpretar “las palabras que la tierra había logrado hacer ingresar en sus corazones”.

Voy tirando entonces de esa hebra, y siento que poco a poco me acerco al corazón de aquellos sabios, un corazón/oído quizá, capaz de escuchar y comprender el mensaje transmitido por la voz de la tierra y entregarlo a la comunidad.

Pienso entonces en los días/semanas que algunos de estos sabios pasaban enterrados, inmóviles, mojados por la lluvia, o asolados por el frío hasta comprender que la tierra les estaba diciendo algo…

Ahora bien, ¿qué es aquello que la tierra les estaba diciendo?

Nada hay en el texto, por supuesto, que nos aclare a este respecto, pero ¿qué creen ustedes?



Pues bien, yo, Vian, para averiguarlo, me enterré para descubrirlo, y he aquí lo que escuché:

No es verdad que el hombre viene a durar, sobre la tierra.

Esa es la hebra que tiré, hasta el final (y luego descubrí, que no quedaba otra).


III.

¿Saben…?

Por más que escribo aquí cada día –y a veces creo llegar levemente bajo la superficie- lo cierto es que no comprendo a la tierra, ni a los hombres.

Es más… si he de ser sincero, veo muy poca diferencia entre ser enterrado hasta la cintura, o directamente boca abajo…

Y no es que me crea sabio y suponga que en mi destino, o en mi camino, deba necesariamente hacer una elección entre estas dos formas de buscar las palabras de la tierra.

Pero… ¿qué nos va a querer decir la tierra a nosotros, si somos apenas pasajeros breves?

¿Qué es eso de interpretarla y buscar el contacto y hasta sentenciar a un otro cuando nos encontramos de pronto, con su silencio?

¿Qué es eso del amor, y del miedo a la muerte y de las artes, cuando el silencio de la tierra es más significativo que la más grande de nuestras acciones?

Y es que no son verdad nuestras certezas, comparadas con la verdad oculta de la tierra.

Hoy, avergonzado de las palabras, les dejo, entonces, su silencio.

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