** Viene del post anterior.
IV.
Lo primero que debo advertir es que el ornitorrinco no era un ornitorrinco. Es decir, era una especie de animal raro, pero no podría decir de forma certera qué era aquello.
-¿Y? –me pregunta la mujer-, ¿es o no es un ornitorrinco…?
Yo fingí que inspeccionaba al animal más de cerca, pero lo cierto es que no tenía idea qué era aquello, así que le hice algunas preguntas a la mujer para saber de qué se trataba.
-Mire –me dijo, tras escuchar algunas-, no sé en realidad qué contestarle… encontré al animal un día al lado de la puerta y lo entré y lo puse en esa cesta… le doy comida, pero aún no estoy segura si la come, pues el otro día descubrí que había entrado un gato y se la comió por él…
-¿Y agua?
-¿Si toma agua? –yo asentí-, pues sí, agua sí, pero poca, sale de la cesta hasta el platillo con agua y vuelve a meterse, pero ni siquiera sé donde hace sus necesidades…
-¿No ha encontrado rastros o desechos?
-Ninguno, claro que el ornitorrinco está conmigo apenas hace unos días…
-Señora, ese no es un ornitorrinco…
-Pues no me importa qué es lo que sea, lo que me importa es que se lo lleve…
-¿Cómo…?
-Que se lo lleve, quiero que se lo lleve, ¿no vino a eso acaso?
-No, yo vine a unas preguntas y…
-Pues ya preguntó lo que quería, y ahora sólo le queda llevárselo… yo voy a la cocina y espero que usted arregle mientras cómo llevárselo…
-Pero…
-Puede llevarse la cesta si quiere –me dijo, por fin, y salió de la pieza.
V.
-¿Qué bueno que se fue? –dijo entonces el animal-, pero cierra la puerta de todas formas.
-¡¿Qué…?!
-Que cierres la puerta, hay una llave vieja por fuera, éntrala y asegúrate de cerrar bien…
Yo, aturdido, le hice caso.
-Antes que empieces a hablar –agregó entonces el animal-, voy a decirte algunas cosas: primero, no soy un ornitorrinco, pero como explicar lo que soy es más difícil que explicar que soy un animal de esos, aceptaré que me llames de esa forma. Segundo, no quiero preguntas referidas al por qué hablo, yo sé por qué estás acá, pero creo que tú no lo sabes todavía, y quiero que lo sepas de una vez…
-Espera –interrumpí-, pero yo vine acá de casualidad, porque un tipo que hace encuestas…
-Ya,ya… cállate, ya sé esa historia. Además él te contactó a ti y lo importante es que llegaste, ¿tú eres Vian, cierto?
-Sí.
-Pues eso ya es algo… ya sabes quién eres al menos… y yo te buscaba a ti…
Mientras hablaba, recuerdo que comencé a mirar más en detalle a aquel animal. No debe haber medido más de treinta centímetros y tenía cuatro patas, claro… pero sinceramente no podía relacionarlo con ningún ser que hubiese visto antes… sin embargo, fuera lo que fuese, daba la impresión de ser un ejemplar viejo, anciano, casi…
-¡¿Me estás escuchando?! –me gritó de improviso entonces aquel animal.
-Eh… sí… -atiné a decir.
-¿Qué fue lo último que dije?
-Eh… me preguntaste si te estaba escuchando…
-¿Y antes?
-No lo sé, creo que no escuché…
-¡Mierda! –dijo entonces el animal, mientras salía de la cesta y yo pensé que hasta iba a abofetearme-, ¡a lo mejor no estás listo todavía…!
Yo me alejé unos pasos y me acerqué a la puerta.
-¿Qué haces? –me preguntó entonces aquel ser.
-No sé bien… pero creo que será mejor que me vaya, además la mujer…
-La mujer está muerta, en la cocina… el hombre que te trajo acá ya debe haberla matado y…
-Espera… no sé de qué estás hablando y no quiero escuchar nada –dije alzando la voz un poco-, yo simplemente te aviso que voy a salir y si te acercas no voy a dudar en patearte o algo y es muy posible que no salgas vivo de eso…
-Yo no salí vivo de nada –me dijo entonces-. Yo nací muerto. Muerto y negro, de hecho… pero me dieron algo así como una vida artificial, como cuando le ponen luz eléctrica a un lugar que ha estado largo tiempo abandonado y lleno de desperdicios…
Yo lo escuchaba inmóvil, con la llave en una mano y muy cerca de la puerta, pero sentía que había algo que me impedía salir de aquel lugar...
-Quizá nací antes de tiempo –siguió, con un tono más calmo-, o después de tiempo, más bien, pero lo cierto es que me iluminaron cuando ya era un desperdicio y era algo que no había que ver… algo de lo que había que guardar silencio…
-¿Por qué me cuentas esto? –le pregunté, mientras intentaba relajarme un poco.
-Porque tú siempre has visto eso que no hay que ver, eso de lo que no hay que hablar, y creo que si estoy aquí es por algo que quizá tenga que decirte…
-No sé bien de qué hablas…
-Sí sabes, siempre te ha pasado, y lo sabes… -continuó-, ves túneles, y sabes donde están los accesos, entras y sales a veces y por eso eres tantos y te cuesta aceptar…
-Espera, quizá me estés confundiendo –le dije-, yo…
-Tú quieres no verlo –agregó-, pero los hechos no dejan de existir, aunque se los ignore, y están a tu alcance…
-Escucha,- agregué, queriendo entender la situación-, puedo aceptar cosas de lo que estás diciendo, porque sí, de vez en cuando me pasan algunas cosas… pero no sé bien si entiendo aquello… creo que estoy cerca de un momento especial, pero no sé si es ahora, además…
-Pero… ¿entiendes de qué te hablo ahora? ¿Sabes que tienes que hacer algo…?
-No lo sé… o sea… no quiero sentirme especial ni más que los demás, todos debemos hacer cosas… y sí, dentro de eso sí, siento que tengo mucho que hacer, pero…
-¿Pero qué…?
-Pero es que tengo tan poco por qué hacerlas…
-¿Quieres más tiempo entonces?
-¿Cómo?
-Que si quieres llegar hasta el borde para decidirte… ¿quieres que te dé más tiempo?
-¿Lo dices en serio?
-Estamos en el mismo lado, Vian –me dijo entonces aquel ser, con un tono que me generó un extraño rechazo-, y si quieres más tiempo te lo voy a dar, después de todo… además hay algo que te falta, y no tiene sentido apurar las cosas ahora…
Aquí el animal ese comenzó a volver a su cesta y quedarse quieto…
-Puedes abrir la puerta y largarte –me dijo entonces, mientras se acomodaba en la cesta-, y elige bien por donde salir…
-¿Cómo? ¿Este es el final? –preguntaba yo, sin entender.
-El fin sólo está cuando las cosas se acaban, de abrupto, no cuando te avisan…
-¿Pero y tú… y esto…? -dije yo, mirando la llave-, ¿y la mujer…?
-Tú decides. Déjalo como un sueño, como un relato… o como una anécdota de borracho… pero no te olvides que fue más que eso…
-¿Y qué fue…?
-Fue una advertencia… o un adelanto, más bien…
-Pero entonces…
-Ya, déjalo…
-Pero…
-Déjalo, mierda… ¡y despierta! –me gritó.
Y desperté.
VI.
¿Saben?
Un día de estos voy a tener que hacerles una confesión, una confesión en serio, claro… y a tiempo.
Ahora no puedo porque estoy un poco en el colapso y tengo cosas que hacer, y está lo de ordenar la biblioteca y lo de escribir y enviar unas guías de trabajo y cosas así, de esas que alimentan la realidad de la misma forma como si echásemos palos a una hoguera que no tiene objetivo alguno.
Pero si me creen, aunque sea un poco, y les interesa que les cuente, extiendan esta noche una mano, mientras duermen, que yo la tomaré en silencio, y les enviaré un mensaje…
Ah, y no se acerquen, si se les acerca el ornitorrinco… y cuídense, pues puede transformarse también, en otras cosas.
IV.
Lo primero que debo advertir es que el ornitorrinco no era un ornitorrinco. Es decir, era una especie de animal raro, pero no podría decir de forma certera qué era aquello.
-¿Y? –me pregunta la mujer-, ¿es o no es un ornitorrinco…?
Yo fingí que inspeccionaba al animal más de cerca, pero lo cierto es que no tenía idea qué era aquello, así que le hice algunas preguntas a la mujer para saber de qué se trataba.
-Mire –me dijo, tras escuchar algunas-, no sé en realidad qué contestarle… encontré al animal un día al lado de la puerta y lo entré y lo puse en esa cesta… le doy comida, pero aún no estoy segura si la come, pues el otro día descubrí que había entrado un gato y se la comió por él…
-¿Y agua?
-¿Si toma agua? –yo asentí-, pues sí, agua sí, pero poca, sale de la cesta hasta el platillo con agua y vuelve a meterse, pero ni siquiera sé donde hace sus necesidades…
-¿No ha encontrado rastros o desechos?
-Ninguno, claro que el ornitorrinco está conmigo apenas hace unos días…
-Señora, ese no es un ornitorrinco…
-Pues no me importa qué es lo que sea, lo que me importa es que se lo lleve…
-¿Cómo…?
-Que se lo lleve, quiero que se lo lleve, ¿no vino a eso acaso?
-No, yo vine a unas preguntas y…
-Pues ya preguntó lo que quería, y ahora sólo le queda llevárselo… yo voy a la cocina y espero que usted arregle mientras cómo llevárselo…
-Pero…
-Puede llevarse la cesta si quiere –me dijo, por fin, y salió de la pieza.
V.
-¿Qué bueno que se fue? –dijo entonces el animal-, pero cierra la puerta de todas formas.
-¡¿Qué…?!
-Que cierres la puerta, hay una llave vieja por fuera, éntrala y asegúrate de cerrar bien…
Yo, aturdido, le hice caso.
-Antes que empieces a hablar –agregó entonces el animal-, voy a decirte algunas cosas: primero, no soy un ornitorrinco, pero como explicar lo que soy es más difícil que explicar que soy un animal de esos, aceptaré que me llames de esa forma. Segundo, no quiero preguntas referidas al por qué hablo, yo sé por qué estás acá, pero creo que tú no lo sabes todavía, y quiero que lo sepas de una vez…
-Espera –interrumpí-, pero yo vine acá de casualidad, porque un tipo que hace encuestas…
-Ya,ya… cállate, ya sé esa historia. Además él te contactó a ti y lo importante es que llegaste, ¿tú eres Vian, cierto?
-Sí.
-Pues eso ya es algo… ya sabes quién eres al menos… y yo te buscaba a ti…
Mientras hablaba, recuerdo que comencé a mirar más en detalle a aquel animal. No debe haber medido más de treinta centímetros y tenía cuatro patas, claro… pero sinceramente no podía relacionarlo con ningún ser que hubiese visto antes… sin embargo, fuera lo que fuese, daba la impresión de ser un ejemplar viejo, anciano, casi…
-¡¿Me estás escuchando?! –me gritó de improviso entonces aquel animal.
-Eh… sí… -atiné a decir.
-¿Qué fue lo último que dije?
-Eh… me preguntaste si te estaba escuchando…
-¿Y antes?
-No lo sé, creo que no escuché…
-¡Mierda! –dijo entonces el animal, mientras salía de la cesta y yo pensé que hasta iba a abofetearme-, ¡a lo mejor no estás listo todavía…!
Yo me alejé unos pasos y me acerqué a la puerta.
-¿Qué haces? –me preguntó entonces aquel ser.
-No sé bien… pero creo que será mejor que me vaya, además la mujer…
-La mujer está muerta, en la cocina… el hombre que te trajo acá ya debe haberla matado y…
-Espera… no sé de qué estás hablando y no quiero escuchar nada –dije alzando la voz un poco-, yo simplemente te aviso que voy a salir y si te acercas no voy a dudar en patearte o algo y es muy posible que no salgas vivo de eso…
-Yo no salí vivo de nada –me dijo entonces-. Yo nací muerto. Muerto y negro, de hecho… pero me dieron algo así como una vida artificial, como cuando le ponen luz eléctrica a un lugar que ha estado largo tiempo abandonado y lleno de desperdicios…
Yo lo escuchaba inmóvil, con la llave en una mano y muy cerca de la puerta, pero sentía que había algo que me impedía salir de aquel lugar...
-Quizá nací antes de tiempo –siguió, con un tono más calmo-, o después de tiempo, más bien, pero lo cierto es que me iluminaron cuando ya era un desperdicio y era algo que no había que ver… algo de lo que había que guardar silencio…
-¿Por qué me cuentas esto? –le pregunté, mientras intentaba relajarme un poco.
-Porque tú siempre has visto eso que no hay que ver, eso de lo que no hay que hablar, y creo que si estoy aquí es por algo que quizá tenga que decirte…
-No sé bien de qué hablas…
-Sí sabes, siempre te ha pasado, y lo sabes… -continuó-, ves túneles, y sabes donde están los accesos, entras y sales a veces y por eso eres tantos y te cuesta aceptar…
-Espera, quizá me estés confundiendo –le dije-, yo…
-Tú quieres no verlo –agregó-, pero los hechos no dejan de existir, aunque se los ignore, y están a tu alcance…
-Escucha,- agregué, queriendo entender la situación-, puedo aceptar cosas de lo que estás diciendo, porque sí, de vez en cuando me pasan algunas cosas… pero no sé bien si entiendo aquello… creo que estoy cerca de un momento especial, pero no sé si es ahora, además…
-Pero… ¿entiendes de qué te hablo ahora? ¿Sabes que tienes que hacer algo…?
-No lo sé… o sea… no quiero sentirme especial ni más que los demás, todos debemos hacer cosas… y sí, dentro de eso sí, siento que tengo mucho que hacer, pero…
-¿Pero qué…?
-Pero es que tengo tan poco por qué hacerlas…
-¿Quieres más tiempo entonces?
-¿Cómo?
-Que si quieres llegar hasta el borde para decidirte… ¿quieres que te dé más tiempo?
-¿Lo dices en serio?
-Estamos en el mismo lado, Vian –me dijo entonces aquel ser, con un tono que me generó un extraño rechazo-, y si quieres más tiempo te lo voy a dar, después de todo… además hay algo que te falta, y no tiene sentido apurar las cosas ahora…
Aquí el animal ese comenzó a volver a su cesta y quedarse quieto…
-Puedes abrir la puerta y largarte –me dijo entonces, mientras se acomodaba en la cesta-, y elige bien por donde salir…
-¿Cómo? ¿Este es el final? –preguntaba yo, sin entender.
-El fin sólo está cuando las cosas se acaban, de abrupto, no cuando te avisan…
-¿Pero y tú… y esto…? -dije yo, mirando la llave-, ¿y la mujer…?
-Tú decides. Déjalo como un sueño, como un relato… o como una anécdota de borracho… pero no te olvides que fue más que eso…
-¿Y qué fue…?
-Fue una advertencia… o un adelanto, más bien…
-Pero entonces…
-Ya, déjalo…
-Pero…
-Déjalo, mierda… ¡y despierta! –me gritó.
Y desperté.
VI.
¿Saben?
Un día de estos voy a tener que hacerles una confesión, una confesión en serio, claro… y a tiempo.
Ahora no puedo porque estoy un poco en el colapso y tengo cosas que hacer, y está lo de ordenar la biblioteca y lo de escribir y enviar unas guías de trabajo y cosas así, de esas que alimentan la realidad de la misma forma como si echásemos palos a una hoguera que no tiene objetivo alguno.
Pero si me creen, aunque sea un poco, y les interesa que les cuente, extiendan esta noche una mano, mientras duermen, que yo la tomaré en silencio, y les enviaré un mensaje…
Ah, y no se acerquen, si se les acerca el ornitorrinco… y cuídense, pues puede transformarse también, en otras cosas.
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