sábado, 10 de agosto de 2024

Una nariz de madera.


Soñé que tenía una nariz de madera.

No unida perfectamente a mí, sino más bien como una prótesis.

Igual como tenía la nariz un enemigo ciego, de Usagi Yojimbo.

Aunque claro, en mi caso, yo aún podía ver.

No muy claro, es cierto, porque se trataba de un sueño, pero igual podía.

Así, en el sueño, llevaba la nariz de madera sujeta con correas, igual que si fuese un antifaz.

Cuatro correas, según recuerdo, que me dividían el rostro en varias partes, como gajos.

Así estaba, en el sueño.

No sufriendo, pero siempre atrás de un antifaz de madera que no ocultaba nada.

Nada salvo un agujero por el cuál entraba y salía el aire, por supuesto.

Para permitir esto, por cierto, la nariz de madera tenía conductos ahuecados.

Dos túneles pequeños por los que me llegaba siempre aire con un ligero olor a pino.

No sé cómo lograba olerlo, pero era así, sin duda.

Después de todo, yo me acuerdo de mis sueños.

En este, por ejemplo, recuerdo que incluso tocaba la nariz de madera, para adivinar su forma.

Y hasta intentaba forzarla, un poco, para saber que tan fija estaba a mí.

No lo suficiente, descubrí, como para que no pudiese arrancarla.

Un fuerte tirón bastaría, pensé, antes de hacerlo.

Pero para qué, me dije entonces.

¿Qué gano yo con hacer eso?

Así, finalmente, sin responder a esta pregunta, ocurrió que simplemente abandoné aquel sueño.

Tranquilo.

Sin confusión alguna.

O casi.

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