martes, 20 de agosto de 2024

Una apuesta perdida.


I.

Auster murió simplemente porque estaba vivo.

O sea, fue por un cáncer de pulmón, es cierto, pero no hubo en ello nada especial.

Ninguna casualidad que descubrir, me refiero.

Nada de azar, en otras palabras, simplemente consecuencia.

Me ocurrirá lo que les ocurrirá a todos, señaló en su última entrevista.

Probablemente mintió, pero no se enteró de que lo hacía.


II.

Yo aposté que iba a morir en mayo, pero fallé apenas por un día.

Se lo aposté a unos amigos, un año antes de que ocurrió.

Ellos apostaron un par de primeras ediciones y yo una edición de “La música del azar”, firmada.

Auster la había autografiado sin que yo se lo pidiera, una tarde en que me acerqué a mostrarle un error, que había encontrado en aquel libro.


III.

Auster, por cierto, no reconoció que se trataba de un error.

Evitó el tema varias veces mientras yo intentaba explicarme lo mejor posible.

Sí admitió, en todo caso, que Hustvedt había corregido algunas partes.

No que las escribió, directamente, pero sí que había intervenido.

Fue entonces que, para despacharme más rápido, firmó el libro y lo dejó a un lado.

Yo, tras dudar unos segundos, tomé el libro y lo encaré.

Ese no es tu nombre, le dije.

Morirás porque estás vivo, contestó.

Por supuesto, nunca nos volvimos a encontrar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales