martes, 6 de agosto de 2024

Aguja e hilo, sobre la mesa.


I.

Aguja e hilo, sobre la mesa.

No sé quién los dejó ahí.

Yo los observo sin saber muy bien qué hacer con ellos.

No es que piense en muchas opciones, pero los miro, al menos, mientras no pienso en nada más.

Finalmente me pongo de pie y caliento agua, para preparar un té.

También haré unas tostadas.

Mientras lo hago, sin embargo, observo desde lejos la aguja y el hilo.

¿Qué mierda quieren?, me pregunto, molesto.

Además, ¿por qué tendría yo que hacer algo?


II.

No es que alguien me lo pida.

No recibo presión de ningún tipo, me refiero.

Pero claro… La aguja y el hilo siguen ahí, insistiendo.

Pienso entonces en guardarlos en algún sitio, pero no sé dónde.

Me molesta incluso pensar en ello.

Mejor voy a darles la espalda, me digo.

Sí, mejor así y no me complico.

Poco después eso hago.

Ahora tengo frente a mí un mueble con algunos libros.

Un par de libros gordos de Barth, por ejemplo, que ni siquiera he comenzado.

¡Qué ganas de tener más espaldas!, pienso entonces.

Pero es un deseo inefectivo, por supuesto.

Absurdo incluso, aunque no innecesario.

Cerrar los ojos, tal vez… pero quién sabe…

Tal vez lo mejor sea enhebrar de una vez aquella aguja.

Después de todo si me pincho el dolor será mínimo.

Y luego podré despejar la mesa, para seguir con mi trabajo.

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