lunes, 26 de agosto de 2024

No son tan buenos, como dicen, los ángeles.


No son tan buenos, como dicen, los ángeles.

O sea, no son malos, pero he podido comprobar que, al menos, no son muy hospitalarios.

A mí, por ejemplo, me pasaron unas piedras para que me sirvieran de almohada.

Eran lisas y tenían buena forma, es cierto… pero eran piedras, al fin y al cabo.

Las dejaron juntas, sobre la tierra, y con gestos me indicaron que debía dormir.

Luego, simplemente, se fueron del lugar sin siquiera decirme donde poder encontrar agua.

Por suerte, pienso ahora, esa noche no tuve sed.

O no al menos sed de aquella agua.

En cambio, dormí tan profundamente que luego me costó volver a mí.

Era como estar en una especie de sueño-pozo.

Al fondo, quiero decir, donde el pozo es más profundo y no logras verte en lo absoluto.

De igual forma, pienso ahora, ¿por qué tanto revuelo por no poder vernos, a fin de cuentas?

O sea, ¿para qué va a querer uno -si ya se conoce-, verse a sí mismo?

Un tío, por ejemplo, me contó que una vez, en plena noche, sorprendió a un ladrón en su casa y decidió no encender la luz.

Me explicó que en la oscuridad él tendría ventaja, si se enfrentaban, pues él conocía su propia casa.

¡Pobre tío, por cierto!

Murió hace unos meses, de un infarto, mientras cocinaba una carbonada.

Todavía lo tengo muy presente.

De hecho, cuando los ángeles me trajeron esas piedras yo intenté preguntarles por él.

Pero ellos me observaron, tranquilos, sin responder a mi pregunta.

Fue entonces, según recuerdo, que me dije que los ángeles no eran tan buenos, como decían.

O poco después, quién sabe.

Como sea, lo cierto es que después maticé mi postura.

Debe ser que no comprenden, me dije.

No saben comprender.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales