viernes, 23 de agosto de 2024

Lo que el viejo aquel, me dijo (I).


No le des más vueltas, o picó el pez o no picó. A ti parece no valerte eso. Quieres filosofar, parece, sobre eso. Perder el tiempo, a fin de cuentas. No sé con qué fin, pero es evidente que te niegas a entender una cosa: tú estás aquí para recoger, nada más, luego que pique. Ni dios ni el pez tienen oídos para escuchar tus razones. Y yo que los tengo comprendo bien que no es necesario hacerlo. Pero claro, tú parece que quieres ser especial. Te olvidas que todos balanceamos la caña y arrojamos el sedal. Y los peces se aferran a ella incluso cuando carecen de anzuelo. Igual que los hombres que se amarran a las vigas, hacen esos peces. No por las mismas razones ni por el mismo objetivo, pero eso es lo que hacen. Luego el movimiento y los espasmos y la fingida lucha no son más que reacciones del cuerpo. Movimientos involuntarios, digamos. Pero claro, tú pretendes ser especial. Crees que es un gesto de bondad no recoger el sedal. Y dejas que el pez esté ahí abajo esperando que suceda lo que tiene que suceder. Lo que tienes que hacer suceder. Si dejas que el peso del cuerpo te guíe llegarás a hacerlo. O picó o no picó, esa es la única pregunta, a fin de cuentas. No le des más vueltas.

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