domingo, 18 de agosto de 2024

Un cuadro no comenzado, de Vermeer.


Estábamos en silencio, algo alejados. Uno en cada punta de la mesa, como en esas películas en las que dan de comer a gente adinerada.

Aunque claro, nuestra mesa no era muy grande.

Yo estaba viendo algo en mi celular y ella parecía estar recordando algo.

-Un cuadro no terminado de Vermeer -dijo entonces, de improviso-. ¿Cuánto crees que vale?

-¿Qué cosa? -dije yo, sin entender aún de lo que hablaba.

-Un cuadro no terminado de Vermeer -repitió-. ¿Cuánto crees que vale…? Vamos. Di una cifra.

Yo dejé el celular a un lado y me lo pensé un rato.

-Depende -dije entonces.

-¿Depende de qué?

-Depende de qué tan terminado esté -señalé.

Ella se lo pensó un poco.

-¿Piensas que mientras más terminado esté más vale? -me preguntó.

Yo asentí.

-No creo que afecte demasiado -dijo entonces-. De hecho, es probable que incluso pueda valer más…

-¿Más? -pregunté.

-Sí, más -dijo ella-. Además, tampoco hay cómo saber qué tan acabado está…

-¿Y si estuviera apenas comenzado? -dije yo, interrumpiéndola.

Ella me observó, como si no comprendiese de qué hablaba.

-Eso no puede saberse -se limitó a decir, con un tono cortante.

Luego de esto, ambos nos quedamos en silencio un buen rato.

-¿Y sabes tú cuánto puede valer un cuadro no comenzado de Vermeer? -le pregunté entonces.

Ella volvió a observarme, en silencio.

En uno de sus ojos, me pareció, comenzó a dibujarse algo extraño.

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