lunes, 5 de agosto de 2024

Amo la pobreza, me dijo.


I.

Amo la pobreza, me dijo.

Pero puedo vivir sin amor.

En esto no hay burla ni mentira.

Solo hechos.

O descripción de hechos, más bien.

Constatación de lo que tengo y de aquello que no he tenido.

Pobreza, por ejemplo.

Y amor.


II.

Fumaba un puro mientras hablaba.

De hecho, fumó uno, y luego siguió hablando y encendió otro más.

Hace años que no veía a nadie fumar puros.

Antes de encender el tercero me ofreció uno, pero yo le dije que no fumaba.

Él insistió sin embargo y me dijo que sacara y guardara al menos un par.

Puedes venderlos después, me dijo.

Valen al menos cien dólares cada uno.


III.

La tarde se extendió y luego llegó la noche.

Yo me sentía algo incómodo pues él seguía hablando y yo no me podía ir.

Él hablaba de un cuadro que había comprado.

Un óleo temprano de De Chirico, según recuerdo.

Yo asentía y de vez en cuando comentaba algo, pero mayormente lo dejaba hablar.

Fue entonces que, durante una pausa, le dije que debía irme.

Mentí diciéndole que me pensaría lo de su proyecto y que lo iba a llamar.

No pareció molesto, aunque creo que igualmente adivinó mi decisión.

Ya en casa, a solas, saqué los dos puros que había tomado.

Con cuidado, recordando cómo él lo había hecho, encendí ambos.

Entonces los dejé así, encendidos, en un plato, sobre el velador.

Probablemente se hayan consumido por la mañana, me dije.

Ya en cama, leí unas cuantas páginas de una novela de Lem, antes de dormir.

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