domingo, 25 de agosto de 2024

El palacio de Izumo.


Ya no hay nubes que oculten el palacio de Izumo.

Antes eran ocho, se decía.

Ahora, en cambio, puedes verlo a simple vista.

Puedes llegar, incluso, fácilmente hasta él.

Apenas unas cuantas escalinatas.

No hay trabas, me refiero.

El camino está despejado.

A pocos pasos, una anciana entrega agua.

Este es el palacio de Izumo, dice un cartel.

Los turistas, despreocupados, lo fotografían.

Un monje, sin embargo, contradice la primera observación.

Ha salido de un grupo y se acerca a hablar con unos visitantes.

Lo primero que dice es que aún están las ocho nubes.

Protegerlo no es ocultarlo, explica luego.

Ya comienza a retirarse cuando alguien lo detiene.

Suavemente, lo detiene.

Entonces, tras pedirle otros detalles, el monje contesta.

Lo que pasa es que ahora hay otras formas que ocultan a las nubes, intenta decir el monje.

No lo explica en detalle, por supuesto, pero eso es más o menos lo que dice.

Lo mismo ocurriría con el palacio, explica luego.

Permanece ahí, aunque no lo perciban, tras un nuevo palacio, más pequeño.

Ese es el palacio que fotografían, señala.

Un palacio desnudo de nubes.

No hay que comprender para ver, dice entonces, sonriendo.

Hace frío.

Los guardianes no se dejan ver.

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