sábado, 3 de agosto de 2024

La sopa.


Todo estaba bien hasta que le sirvieron la sopa.

Me refiero a que interactuaba con los otros, hasta entonces, como de costumbre.

Pero claro, le sirvieron la sopa y de pronto todo cambió.

Dejó de hablar con los otros y se quedó mirándola, largo rato.

Sin embargo, como le gustaba hacer bromas, no le dimos mayor importancia y esperamos simplemente a que dijera algo que intentaría ser chistoso, al final.

Algo sobre una mosca, por ejemplo, o un pelo… no sé, cualquier cosa, en realidad.

Extrañamente, fueron pasando los minutos y él no dejaba de mirar la sopa.

De hecho, se había inclinado un poco, sobre el plato, y la miraba atentamente.

Igual que el mito ese de Narciso, solo que no creo que en este caso haya habido siquiera reflejo alguno.

Intentamos entonces hablar con él, decirle algo, pero no nos contestaba.

Incluso recuerdo que me paré y observé también su sopa, para tratar de ver qué es lo que él le estaba viendo.

Comenzamos a inquietarnos.

El garzón vino a ver qué ocurría, pero se fue después de un rato, sin entender la situación.

Pensamos que le había dado algún tipo de ataque.

Ya íbamos a llamar a una ambulancia, cuando él habló.

-Esta sopa soy yo -nos dijo.

Lo observamos.

Él se alejó un poco de plato como desconectándose poco a poco.

Luego metió la cuchara y comenzó a revolverla, con cuidado.

Ya debía estar fría, por supuesto, pero él se la tomó igualmente, todavía concentrado.

No dejó nada en el plato.

Luego de esto, él volvió poco a poco a ser el de antes.

Nosotros, sin embargo, seguíamos extrañados y preocupados por lo que había ocurrido.

Se lo hicimos saber.

-Todo está bien -nos dijo-. Ahora todo está bien… Estoy dentro.

Nos trajeron entonces el plato de fondo y más tarde el postre, como de costumbre.

No hubo, por cierto, ninguna otra novedad.

Y aunque insistimos varias veces, nunca volvió a hablar del tema.

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