miércoles, 1 de mayo de 2024

Vidas pasadas.


J. decía que en una de sus vidas pasadas había sido un dios griego.

No Zeus, claramente, sino un dios menor, que tenía cierto poder sobre los hombres y que podía bajar cada cierto tiempo a nuestro nivel e interferir nuestras vidas.

Digo nuestras, por cierto, porque J. explicaba que, como dios griego, tenía acceso a distintas épocas y culturas, no solo a la ateniense que se desarrollaba en ese entonces unos cientos de metros más abajo de su morada.

-Si bajas sin pensarlo llegas a ese tiempo -explicaba, desde el trance-, pero si te esfuerzas puedes tener acceso a otros sitios y épocas, aunque no me parece algo realmente interesante.

Escuchamos sus grabaciones, por cierto, mientras bebemos unas cervezas luego de un pesado día de trabajo.

No somos colegas, pero trabajamos en el mismo rubro, bastante alejado del carácter divino.

Así, nos reímos cuando escuchamos su propia voz hablando de los “seres de un día” y de cómo se entretenía -siendo dios-, escuchando las quejas y el sufrimiento de algunos insensatos que se creían dignos de apelar a ellos, para postergar lo inevitable.

-Lo evitable y lo inevitable es indistinguible para ellos -lo escucho decir, desde la grabación-. Es el polvo hablando del viento…

Apuramos así las últimas cervezas mientras nos burlamos de aquello que escuchamos.

-A todo esto -le pregunto entonces-, ¿para qué sigues yendo a esas sesiones si no crees en esas cosas?

-Tampoco creo en estas y sigo trabajando -dice entonces-. Supongo que opera el mismo principio.

Poco después me voy pensando en otras cosas.

Otras cosas que, por cierto, finalmente siempre olvido.

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