martes, 7 de mayo de 2024

Nadie sabe quién lo lanza.


I.
Dalí no, le dije. Pero claro, si lo pienso ahora ni siquiera sé por qué se lo dije. De hecho, no recuerdo siquiera de qué hablábamos. Probablemente no de Dalí. No ocuparía mi tiempo hablando de Dalí. De hecho, ahora mismo, no hablo de él realmente, aunque lo parezca. Hablo de una frase en particular. De la negación de algo. Y de no saber por qué digo las cosas. De eso, más o menos.


II.
Otro ejemplo. Una vez me llegó un tubo. Directamente me llegó un tubo en la cabeza. Un tubo plástico, como de cañería. No sé desde dónde lo lanzaron, pero me llegó de lleno. No me rompió la cabeza porque probablemente me golpeó de lado. No me golpeó con un canto, me refiero. Igual me aturdió, en todo caso. Luego de un rato, todavía con dolor, recogí el tubo. Era azul. No sé por qué, pero lo miré por dentro. Como para comprobar que estaba vacío. Ya ves.


III.
Tal vez si lo piensas podrías cuestionarme: ¿puede estar vacío un tubo? De todas formas, si lo dices, no voy a discutirlo. Por eso digo que ya ves. Porque es como Dalí, el tubo, más o menos. Solo que Dalí ni siquiera me aturde. A otros tal vez, pero a mí no. Tal vez les dio con el canto y es por eso. Nadie sabe quién lo lanza.

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