jueves, 9 de mayo de 2024

El tacto.


I.

Ella parecía molesta.

Estábamos hablando de algo sin importancia cuando ella lanzó.

-Lo que pasa es que hay que tener tacto -dijo-. No es llegar y arrojar palabras, así como así… Lo que te falta es tacto, a fin de cuentas.

-Pues yo pensaba que el tacto era otra cosa -le dije.

-No es cierto -me dice-. Lo que pasa es que no pensabas.


II.

La dejé hablar, pero sabía que no era cierto.

No era cierto lo de no tener tacto, me refiero.

De todas formas, me parecía que no era una acusación tan grave, a fin de cuentas.

Podía transar incluso y aceptar que no tenía.

Todo con tal de no discutir.

Entre tanto, yo me entretenía pensando en qué mierda era el tacto.

-De acuerdo -le dije, cuando se calmó un poco-. No tengo tacto. Lo lamento. Tienes razón.



III.

La situación se calmó.

O al menos pareció calmarse.

-¿Has pensado que ni siquiera nuestras moléculas se tocan entre ellas? -le pregunté luego de un rato-. Ni siquiera digo entre los dos, sino nuestras propias moléculas....

Ella me miró sin aceptar ni rechazar mi observación.

-Te lo digo con respaldo científico -seguí-, en el fondo todo se trata de repulsiones electrostácticas.

-¿Y qué pasa con eso? -preguntó.

-Pasa que el tacto es imposible -le dije-. Que es una ilusión, como todo.

Ella volvió a mirarme, igual o incluso más molesta que en un inicio.

-¿Quieres saber lo que es una ilusión? -me preguntó entonces.

Yo no contesté, por supuesto.

-¿Quieres saberlo o no? -volvió a preguntar.

Y claro, yo hubiese querido responder algo, pero lo cierto es que seguía pensando en el tacto.

Ella no podía saberlo, por supuesto.

-Ese es el problema -dije entonces, sin querer, en voz alta.

No sé, sin embargo, si ella me escuchó.

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