viernes, 31 de mayo de 2024

La abuela de un amigo.


La abuela de un amigo tenía bastante dinero.

O sea, no mucho en efectivo, pero vivía sola en una gran casa en la que casi todos los objetos eran antigüedades valiosas.

Por lo mismo, cada cierto tiempo, mi amigo me invitaba a visitarla y, mientras yo hablaba con ella, él aprovechaba de robarse alguna cosa para vender: un pequeño cuadro, servicios de plata, algún candelabro o cualquier otra cosa que pensase que pudiese cambiarse por dinero, con relativa facilidad.

Con la abuela, por cierto, yo solía hablar de música, principalmente de la compuesta por músicos rusos que hasta hace algunos años ella misma tocaba en el piano, que estaba en el salón.

-Ahora el piano está en desuso y algo dañado -me contó un día-. Incluso hay un gato que duerme dentro de él, sobre las cuerdas…

-No sabía que tenía usted un gato -dije yo.

-No lo tengo -me contestó-. Solo entra por las tardes y se acomoda en el piano para dormir. Después, al otro día, ya no está.

-¿No sabe de dónde viene? -le pregunté.

-Nadie sabe nunca desde dónde viene un gato -me dijo esa vez, con tono cortante.

Nuestras visitas siguieron más o menos cada dos semanas, durante todo un año o poco más.

Fue en la última de esas visitas cuando escuché un ruido al interior del piano y me sobresalté, mientras hablaba con la abuela.

-No te asustes -me dijo-. Es el gato que duerme allá adentro. Lleva atrapado un par de días porque se cayó la cubierta y debe querer que lo saquen.

-¿Lleva dos días atrapado…?

-Así es -me contestó-. Dos o tres probablemente, no recuerdo muy bien.

-¿Levanto la cubierta para que pueda salir? -le pregunté.

-No es necesario -me contestó-. Me gustaría dejar pasar un poco más de tiempo.

-Pero entonces el gato morirá… -logré decir.

-Morirá o no morirá -me interrumpió, con voz calma-. No lo sabremos bien si no levantamos la tapa.

Como no supe qué más agregar y no volví a visitarla otra vez, resultó que esas fueron las últimas palabras -al menos para mí-, que pronunció la abuela.

Por otro lado, resultó que mi amigo debió viajar al extranjero pocos días después, y luego no regresó.

Yo, por mi parte, me enteré se llevaron a la abuela a vivir a un asilo, meses después, y que se había llevado el piano.

Como ven, resulta extraño, pero no tengo certeza alguna sobre lo que ocurrió con los protagonistas.

Aún así, podría decirse, que llegamos a un fin.

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