sábado, 1 de junio de 2024

El arte de la sumatoria.


“Dios creó los números enteros,
lo demás es obra del hombre”
L. K.


Como me enseñaron que no se debía contar juntas, cosas de distinto tipo, casi siempre que lo intentaba terminé contando hasta uno.

En su momento, más que un ejercicio matemático, me sirvió al menos para captar la diferencia que existía entre cada cosa. Y la independencia, digamos, que tenían entre sí.

La sumatoria, sin embargo, quedaría postergada.

Aun así, con el tiempo, me las ingenié para poder agrupar cosas independientes, y pude entonces contar hasta números más altos, agrupando por ejemplo todas las cosas que no eran conscientes de que eran distintas entre sí.

A continuación, por cierto, debería dar ejemplos, pero lo cierto es que no escribo aquí para explicar procedimientos internos, ni tampoco para denunciar la inconsciencia ontológica de aquellas cosas que conté.

¿Qué es lo que hago, entonces?

Pues es sencillo de decir: hago trampas, en principio, para luego contar lectores.

El contador de visitas los suma, es cierto (y por lo demás no asegura que hayan sido lectores, sino solo visitantes), pero con el paso del tiempo he logrado desarrollar cierto grado de intuición, lo que me permite identificarlo a usted, por ejemplo, y contarlo de manera clara y precisa: uno.

Luego vendrá otro, es cierto, pero entonces seré yo quien decida si aquel es otro uno o algo distinto, y almacenaré esa información.

Ahora bien, ¿para qué sirve almacenarla?

No para mucho, si soy sincero, pero las conclusiones que obtengo de ello me sirven al menos para seguir contando un poco más.

Así, espero, pueda desarrollar de una vez por todas este arte de la sumatoria.

Y descansar un poco, al final.

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