martes, 18 de junio de 2024

G., cuando pequeño, se comía las moscas.


G. me cuenta que cuando pequeño se comía las moscas.

Igual no debe haber sido tan pequeño, pienso yo, porque lo recuerda de lo más bien.

Mientras me habla sobre ello, lo imagino todo como la trama de un cuento para niños.

Incluso imagino dibujos, para acompañar aquella historia.

Pero claro, supongo que lo que cuenta es un poco asqueroso para convertirse en ello.

Después de todo las historias para niños deben siempre suavizarse un poco.

Pulirse en aquellas partes que pueden ser filosas o -como en este caso-, provocar asco o transmitir alguna sensación desagradable.

Aunque claro, tal vez si en vez de moscas fueran mariposas, o si en vez de comerlas simplemente las metiese a su boca y luego las sacara…

O si fuesen polillas, que se metiesen a su boca porque creen que dentro hay luz… y que luego viajen dentro suyo y que al final, por supuesto, todo haya sido un sueño…

-¿Me estás escuchando? -dice entonces G., quien me ha notado distraído.

Yo le digo que sí, que por supuesto, que puede terminar de contar tranquilo.

Entonces G. vuelve con sus recuerdos de pequeño, enfatizando algunos detalles.

-No les hacía daño -dice-. Trataba de atraparlas muy rápido y me las echaba a la boca de inmediato.

Lo anterior, por cierto, G. lo ha dicho con un tono que me sorprende, mirándome fijamente y con una expresión parecida al orgullo, como si comerlas fuera menos malo que arrancarles las alas o jugar con ellas, como suelen hacer los otros niños.

-¿Tú no te las comías? -me pregunta entonces.

-Eh… no -digo-. Supongo que no… No recuerdo, en realidad.

Apenas digo esto, sin embargo, una sensación de vergüenza me obliga a mirar hacia otro lado e intentar cambiar el tema.

-¿No te gusta hablar de moscas? -me dice G., percibiendo mi inquietud.

-En realidad no -confieso-. No con otros, al menos… Mejor hablemos de otra cosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales