lunes, 10 de junio de 2024

Formas de no pensar en nada (I)


I.

Ella estaba desnuda, tendida sobre la cama, intentando no pensar en nada.

Lo había intentado muchas veces, como si fuera un juego, pero nunca lo lograba.

Esta vez, sin embargo, se sorprendió de pronto, pues le pareció que lo había logrado.

O sea, no le pareció en el sentido de haberlo pensado, pero lo supo más bien como una observación.

Y es que todo, de pronto, comenzó a llegarle simplemente como datos.

Como hechos desligados de su pensamiento.

O como proyecciones, digamos, en un cuarto vacío.

Fue solo un momento, por supuesto, porque luego pensó, irremediablemente.

Desde ella, pensó.

Pero al menos esta vez, no fue tan malo.




II.

Desde entonces, volvió a intentarlo muchas veces.

Se quedaba tendida, igual que aquella vez, observando sus pies desnudos.

E intentando no pensar, por supuesto.

Esta vez, sin embargo -aunque pensaba-, observó algo inusual.

Le había comenzado a brotar trébol entre los dedos de los pies.

Desde debajo de las uñas, incluso, brotaba el trébol.

Entonces pensó que, si seguía así, mirando, probablemente aparecieran animales pequeñitos a comer de aquel trébol.

No pensaba en insectos, por supuesto, sino en versiones más pequeñas de otros animales que pudiesen alimentarse de él.

Ovejas, pensó, o cabras… o si tengo suerte hasta un ciervo de cola blanca.

Siguió así, largo rato, esperando, hasta que se durmió.

O hasta que le pareció que se dormía, al menos.

El trébol, entre tanto, desapareció de sus pies.

Y un animal que había aparecido, se fue triste del lugar, sin haber encontrado nada.

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