miércoles, 26 de junio de 2024

Una piedra pequeña.


Primero, nada que recuerde salvo el lugar.

Es decir, el espacio general en que se desarrolla luego el sueño.

Luego, quien sabe por qué, me veo con una piedra pequeña en una mano.

Una piedra pequeñísima, en realidad.

Pequeñísima y transparente, aunque al mismo tiempo muy dura y resistente.

Entonces, luego de observar la piedra desde varios ángulos, comienzo a pensar que podría tratarse de un diamante.

Lo comento con una niña que se acercado también a mirar la piedra.

-Hay un hombre que trabaja con diamantes -me dice la niña-. Si quiere le indico cómo llegar.

Yo acepto y sigo al pie de la letra sus instrucciones.

Poco después, logro dar con el hombre del que me había hablado la niña.

-¿Es usted el hombre que trabaja con diamantes? -le pregunto.

El hombre asiente.

Entonces yo me acerco y le entrego mi piedra, para que me confirme si se trata o no de un diamante.

El hombre se demora mucho en revisarla. Tanto así que me inquieta.

-No hay apuro -me dice el hombre, percatándose de mi intranquilidad-. Igual aquí no podrá venderla.

Yo asiento.

-Además debo buscarle imperfecciones -continúa-. Ese es mi trabajo a fin de cuentas buscar imperfecciones para luego valorar la piedra en cuestión.

-Pero entonces -le digo-, ¿sí se trata de un diamante?

-Sí -me dice con un tono seco-. Un pequeñísimo diamante, pero diamante al fin.

Me quedé de pie ahí, junto a él, sin agregar palabra alguna.

Poco después me devolvió la piedra.

Pensé que me indicaría el valor o que me propondría algún tipo de negocio, pero finalmente no lo hizo.

-Disculpe -dijo entonces, dando por finalizado el sueño-, pero tengo que cerrar.

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