martes, 21 de mayo de 2024

Etcéteras.


Yo la escuchaba.

Ella hablaba muy rápido con un grupo en el que no estaba yo.

Yo simplemente estaba a unos metros, concentrado, atento a sus palabras.

En su discurso abarcaba varios temas, que parecía dominar a la perfección.

Cine, pirotecnia, aeromodelismo, costura, primeros auxilios…

De esos al menos me acuerdo yo.

Mientras hablaba, todos la observaban, con atención.

Prácticamente no hacía pausas al hablar, aunque cada cierto rato ella estornudaba.

O eso parecía, al menos.

Digo esto porque, si bien varios de quienes la escuchaban incluso decían “salud”, pude descubrir que no se trataba exactamente de estornudos.

Esto lo hice concentrándome al máximo, y dudo que otro de los que estaban ahí lo haya descubierto.

Lo que ocurría (he aquí mi descubrimiento) era que ella decía etcétera, cada cierto tiempo, pero tan rápido y con un gesto tan extraño que parecía, realmente, un estornudo.

Primero pensé que se trataba de un error, pero incluso grabé lo que ocurría con mi celular (a escondidas, por supuesto), y puede comprobarlo sin dejar espacio a dudas.

Luego de esto, esperé alegre a que terminase de hablar y a que se despidiera de los otros.

Cuando esto ocurrió, me acerqué hasta ella y luego de presentarme le hablé.

-Ellos realmente no te escuchan -le dije, pensando que mi descubrimiento me revelaría como alguien especial.

Ella me miró fingiendo que no entendía.

-He descubierto lo del etcétera -le dije-. Todavía no sé qué significa, pero lo he descubierto.

-¿Lo del etcétera? -preguntó.

-Sí, lo del etcétera -insistí-. No es necesario que finjas. Yo te comprendo.

-¡No me comprendes una mierda…! -gritó-. ¡No te conozco!

Y claro, ante los gritos se acercaron se acercaron tantas personas que yo debí (un poco por la fuerza, es cierto), abandonar aquel lugar.

Así y todo, poder comprenderla, ha sido en el último tiempo uno de mis mayores logros.

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