viernes, 3 de mayo de 2024

Tomar mi propio pulso.


Dicen que no es un día perdido si en él aprendes algo.

Hoy, por ejemplo, aprendí a tomar mi propio pulso.

No era esa mi intención, pero visitando algunos sitios llegué a uno en que enseñaban eso.

Ocurrió gracias a internet, por supuesto, mientras buscaba algunos resultados deportivos.

Fue entonces que se abrió una pequeña ventana y una chica vestida de enfermera me invitó a aprender aquello.

Y sí, puede que inconscientemente pensara que se trataba de otro asunto, pero de pronto observé cómo alguien verdaderamente me enseñaba a tomar mi propio pulso.

Paso a paso, sin decirme para qué, ni pidiendo ni ofreciéndome nada… simplemente enseñándome aquello.

Así -venciendo mi primera desconfianza-, seguí las instrucciones dadas y aprendí, luego de un par de intentos, a tomar mi propio pulso.

Tuve 74 y luego 76 en un minuto.

Luego de esto, como si hubiese esperado a que aprendiera, la ventana se cerró.

Recién entonces comencé a preguntarme de qué se trataba aquello.

¿Para qué mierda quieren que aprenda a tomar mi propio pulso?, me dije.

¿Será una nueva forma de demostrar que no soy un robot?

Lo cierto es que no lo comprendía.

Pero claro, fue entonces que recordé eso que dicen sobre el día perdido.

Y para no olvidarlo volví a tomarme el pulso.

Ahora tenía 72.

No era, después de todo, un mal aprendizaje.

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